sábado, 22 de febrero de 2014

El tango (y 7)

Para quienes no tienen sitio en el mundo hay un albergue desde el cual puede contemplarse toda la desilusión, como tras un cristal mojado por la lluvia.
Desde el triángulo Dios-Madre-Gaucho, o lo que es lo mismo, Cielo-Sangre-Tierra, en el tango hay consuelo para los desengañados de la fe en el «otro» y para quienes han comido el fruto amargo de la búsqueda de la verdad.
Conformarse con un mundo hostil es suicidarse en vida; para sobrevivir así es necesario hacerse insensible, matar las ilusiones.
Existen anacoretas y hedonistas, cadáveres que beben y niños que aún buscan la luz.
Todos tienen sitio en el tango, porque éste apela a un sentimiento universal y siempre vigente: la tristeza.
El seno tanguero es omnicomprensivo y acoge a todo aquél que quiera refugio sin preguntas, sin búsqueda de orígenes.
Tras todo tango hay una historia triste que merece ser contada porque es bello haber amado, aunque la actualidad sea dolorosa.
Hay quien la cuenta tal como sucedió; otros, a partir de su caso, establecen éticas que propagan a los vientos; y también están los que se miran las manos y se contemplan por dentro, mortificándose por ser ellos.
El tango nace como una ocurrencia circunstancial, una excusa y un camino diferente por el que conducir la diversión.
Con el tiempo toma conciencia de ser una forma de escape al mundo, además de un idioma con el cual plasmar las inquietudes y los fantasmas: pasa a convertirse en una necesidad estética.
GARUFA
CAMBALACHE

domingo, 16 de febrero de 2014

LO QUE NO DIJO CASTANEDA

A veces, para demostrar su eficacia o incrementar su eficiencia, el enemigo se disfrazará de amigo o se encarnará en alguien familiar, para conseguir tu perdición. Despistar tu tarea, embrollar la meta con la fácil excusa de la sangre o las afinidades electivas, es de lo más común.
Para enfrentar esos instantes cruciales, hay que tener una preparación sumamente cuidada. No dejarse embaucar por lo fácil y placentero, que (aunque en ocasiones pertenece a ámbitos sinceros) por lo general son armas utilizadas para nuestra perdición, a sabiendas de que los humanos somos proclives a la facilidad y con frecuencia nos vence la inercia.
Una meta nítida. Ausencia de esclavitud de todo tipo, para esto lo mejor es huir de las deudas de toda clase. Cuando alguien se comporte desinteresadamente con uno, desconfiar; eso nos convierte en frágiles, débiles a su alcance, pues nos coloca en una situación de desventaja para el futuro, vulnerabilidad.

La lucidez con frecuencia requiere de un elevado precio: se paga con la soledad. Esto, lejos de ser un inconveniente, a la larga es una bendición: el tiempo empleado en diplomacias y relaciones humanas que (aun suponiendo aprendizajes) fagocitan la existencia, queda así liberado.


miércoles, 5 de febrero de 2014

A vuelapluma

Escribo como quien fabrica drogas: busco la manera de encontrar una combinación de palabras (o de ideas) que provoque un estado alterado de conciencia. Así, sin más (ni menos) pretensión que la endorfina.