Puedo inventar las ciénagas grises y oscuras donde se ahoguen mil perros rabiosos; mis recuerdos. Conozco la fórmula alquímica que convierte las potestades en designios, y éstos en liviandades. Imaginad un paisaje farragoso, un hundimiento de piernas peor que todos los plazos bancarios y... entonces vendré yo, a lomos de caballos nunca imaginados, rocines que encarnen los fantasmas de aquellas inquietudes que nunca tuvisteis: podéis pensar que sólo soy un personaje de los cuentos buscados en hormigueos de terror para enterrar noches excesivamente bostezos, sumidos en abismos conyugales. Vamos a jugar:
"Tú eras un enamorado de rubias impersonales, encarnaciones de las carencias de tu elección matrimonial. Creías encontrar los anhelos en una falda resultona o un guiño provocador, aunque proviniesen de pantallas inalcanzables. Pero un retazo de sonrisa se hizo palpable en la coincidencia de un semáforo, y fue en ese momento cuando empezaste a pensar que quizás todo ese andamiaje que constituía tu vida cotidiana sólo fuese una construcción de cartón-piedra como las falacias de Almería. Imaginabas una vida nueva: tú convertido en uno de esos personajes envidiables que alternan la celulitis como creencia en lo establecido con muslos tersos como guadañas o praderas. Cuando el objeto de tus deseos: la mujer ideal teñida de metáfora lasciva; ésa, pasó de ser imaginada a palpable, se te derritió la última neurona, el reducto reservado para la búsqueda de una juventud ya ahogada por juergas y convenciones".
¿Has visto? Podría construirte mil castillos de ilusiones inmerecidas, pero la noche es mía: te relego (como reducto de légamos) a la parcela de un perro ahogado por el bienestar que se regocija en sus privilegios. Volvemos, sin embargo, al oscuro pelaje de la ciénaga que te constituye, y por eso ahora y siempre
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te ajusticio con la puntilla de mi indiferencia, cornudo intemporal
Q
T
DEN