Estas fueron las palabras del sabio durante nuestro primer encuentro, sus palabras de despedida. Entre nuestra presentación y ellas, sólo una conversación. De hecho, aquel primer encuentro ha sido el único hasta ahora; sus palabras, sin embargo, han crecido en mi memoria hasta convertirse en un motivo de reflexión constante para mí.
Sin tomar ninguna decisión, sin conceder a aquel encuentro más importancia que la de un episodio pintoresco, he notado un cambio en mi actitud ante la vida. Sigo pensando lo mismo, pero de otra manera. La magia existe: yo soy tú, hablo del amor y de la guerra nuestra de cada día; quizás alzando la vista hasta lo sublime (ínfimo e infinito) alcance a contemplar de nuevo el rostro de aquel sabio. El cielo está tachonado de estrellas... el suelo, de alcantarillas.
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