A
veces, para demostrar su eficacia o incrementar su eficiencia, el enemigo se
disfrazará de amigo o se encarnará en alguien familiar, para conseguir tu
perdición. Despistar tu tarea, embrollar la meta con la fácil excusa de la
sangre o las afinidades electivas, es de lo más común.
Para
enfrentar esos instantes cruciales, hay que tener una preparación sumamente
cuidada. No dejarse embaucar por lo fácil y placentero, que (aunque en
ocasiones pertenece a ámbitos sinceros) por lo general son armas utilizadas
para nuestra perdición, a sabiendas de que los humanos somos proclives a la
facilidad y con frecuencia nos vence la inercia.
Una
meta nítida. Ausencia de esclavitud de todo tipo, para esto lo mejor es huir de
las deudas de toda clase. Cuando alguien se comporte desinteresadamente con
uno, desconfiar; eso nos convierte en frágiles, débiles a su alcance, pues nos
coloca en una situación de desventaja para el futuro, vulnerabilidad.
La
lucidez con frecuencia requiere de un elevado precio: se paga con la soledad.
Esto, lejos de ser un inconveniente, a la larga es una bendición: el tiempo
empleado en diplomacias y relaciones humanas que (aun suponiendo aprendizajes)
fagocitan la existencia, queda así liberado.
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