En todas las vidas hay un punto de inflexión: a veces pasa
desapercibido, otras no se reconoce como tal... en ocasiones sólo reflexionando
y analizando mucho tiempo después, se da con él. Si no ha llegado aún, a esa
vida le falta un punto de maduración... quizá sea necesario forzarlo. Sin él no
hay crecimiento real: aunque puede darse a cualquier edad. Desde ese día nada
vuelve a ser lo mismo, porque ha cambiado la lente con la que todo se examina:
la mente.
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