lunes, 20 de abril de 2009

NUEVA VERSION DE CIERTOS EPISODIOS DE LA VIDA DE ULISES A LA LUZ DEL SINSENTIDO POSMODERNO

El entorno es propicio para poder reclamar lo imposible. Nadie sabe hoy si detrás del gesto bobalicón de un hijo no se esconden profundas reflexiones que le harán disfrutar con el tiempo de una posición envidiable dentro de la sociedad. Por eso, desde todos los ámbitos ─porque al mundo entero le beneficia el surgimiento de un genio─ se potencian las extravagancias que puedan ser interpretadas como algo más que meros caprichos infantiles; aquéllas detrás de cuya sombra parece atisbarse el destello de lo genial pueden desembocar en un entorno que facilita el niño prodigio.
Con el tiempo se va apagando la esperanza de un padre que no hizo sino proyectar en su vástago las quimeras inalcanzadas por razones circunstanciales ─nunca debido a las limitaciones propias─, postergadas indefinidamente y de manera irreversible.
Al fin ¿quién no ha sentido ese ardor que surge de las entrañas y nos urge a intentar hazañas jamás imaginadas por cronista alguno? Si hay innúmeras empresas al alcance de la mano ─que se rozan con los dedos─, especialmente concebidas para uno; que casi se amoldan a las habilidades personales, y que podrían, con el esfuerzo correspondiente, con energía bien encauzada, proporcionar la satisfacción de saberse uno mismo realizado al tiempo que famoso, ¿por qué no ha de ser ello causa y merecimiento de admiración de todos los circundantes? ¿Hay algún impedimento para la gloria y la felicidad de saberse admirado por el mundo?
Y en la esperanza cada día más débil de ser un elegido para la gloria ─que detrás de cualquier esquina puede aguardarle─ pulula el hombre contemporáneo, pensando en la posibilidad de cambiar esa gloria por los quince minutos vaticinados para todo afortunado. O quizá si no es viable, una fama efímera bien merecería la pena si va acompañada de una cantidad sustanciosa de dinero, proveniente de la lotería, por ejemplo.
Se interrumpe la reflexión de repente. Algo ocurre cerca. Un sonido extraño al principio, después alarmante, saca al transeúnte de su mundo interior, reclamando instintivamente su atención. No muy lejos, un par de manzanas, suena una sirena. ¿De qué color? Los cuellos se estiran. ¡Ah! Es eso. Casi siempre una ambulancia. También muchas veces la policía. Pocas los bomberos. En ocasiones se confunden con alarmas de establecimientos. ¿Qué hay de los barcos?
Era cierto. Con el transcurso del tiempo no han variado sustancialmente las cosas. Un canto puede identificar el espíritu de una época; quizás la esencia de las ambiciones humanas. La policía protege (?) la integridad de personas y bienes. Los bomberos tratan de mitigar daños (?). Las ambulancias conducen hacia la salvación (?) a infartados. Los barcos convierten en próspera (?) una sociedad. Las sirenas "cantan". Su armonía es tintineante, su ritmo frenético, su timbre entrecortado.Las sirenas cantan y su sonido está delatándonos. No estamos atados a nuestro barco, ni surcamos los mares que nos llevan hasta nuestra ilusión, hasta nosotros mismos. Cuando cantan las sirenas, estamos atados a ellas, y el vértigo que nos producen proviene sólo del temor a saber el nombre del próximo damnificado, y que coincida con el que reza en nuestro documento de identidad (?), cuyo número nos acredita en el sorteo de calderilla espiritual que todos los días nos consume la existencia.


Dentro del volumen "Los auténticos y genuinos creadores de la mal llamada 'Secta del maniquete'" (1992)

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