sábado, 29 de agosto de 2009

POR LA DEMOLICIÓN DE LA FILOSOFÍA

Castillos inmensos cuelgan en el irrespirable aire finisecular, construcciones fabricadas con los huesos tronzados de los pobres componentes que sin querer han pertenecido a generaciones ya olvidadas. Sus ilusiones, convertidas en piedras, son ahora el muro que nos aprisiona. A nadie le interesa ya el objetivo que tuvo en su día la mal llamada "filosofía"; múltiples dignidades ha encarnado: desde machacar poderosos hasta perfeccionar el cultivo de la zanahoria.
Sin embargo, no tiene sitio en la realidad que ella misma ha parido con dolor de siglos. Sus bastardos la han desechado, incluso llenando su nombre con falsos contenidos. Ahora es una palabra vacía, sonido con ecos de silencio. Y sin embargo pugna por hacerse un sitio entre la vorágine del bazar: sólo se salva lo que tiene que ver con el dinero.

Es una puta metida en fangos: de metáforas de plástico y pensamientos de papel-seda, los únicos productos de la era audiovisual, cuyos paralíticos cerebrales gobiernan mintiéndonos que su comunicación es la felicidad.
Se van añadiendo productos a las reacciones químicas de los pocos cerebros que quedan, y tras cortinas de colores y cajas de carne falsa, sigue latiendo –para los tontos- la idea filosófica como si fuera la única salvación. Buscando revoluciones que con sólo ser pronunciadas se niegan. Pero no se pueden tapiar a la vez todas las puertas de todos los cerebros. El superhombre ha muerto y por eso, cuanto más jodido, más radical. Que vayan imaginando pesadillas quienes lo creen todo atado, porque la única supervivencia posible de la filosofía es su demolición; no un edificio, sino un ladrillo en cada bolsillo. Que se meta en la vida de una vez "y si no se le quitan bailando los colores a la filosofía, déjala que se joda y se muera".


Manifiesto repartido durante la lectura del "trabajo de grado" (1993)

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