Tengo 1000 ángeles en mi escritorio aguardando ardientes el momento antigris de su primer vuelo. Se amontonan en mis manos y a mi espalda, apilados obedientes y disciplinados, como un ejército justiciero que espera una señal del cielo para ir a conquistar todo ese vasto territorio invadido por la literatura basura.
Miro alrededor, tanto ángel revoloteándome puede que sea solamente una metáfora del fracaso; quizá sea el ángel del “aguarda”, de la paciencia en la confianza de ser yo mismo algún día quien ría el último.
Tengo 1000 ángeles… ¿he dicho mil? Tendré que revisarlos uno a uno, no vaya a tratarse de una variante del “timo de la estampita”.
La reflexión de ahora (de alas y plumas) sólo es un arañazo al aire, colores de mañana y esperanza.
Parece que al fin me niego a comprender, no acepto el castigo del demiurgo caprichoso que –cual diablillo travieso– me ha castigado a copiar tantas veces el mismo libro, que es mío y repito de cara al escritorio… no sé si seré capaz mañana de escenificar tanta mentira.
Si no quieres el eterno retorno de mi maldición, repetida sobre tu persona, escucha un consejo: no sigas maltratando tu corazón con la literatura.
Os he de confesar que eran mentira la belleza y el lirismo del inicio. En realidad sólo tengo 900 ángeles en el trastero, almacén de frustraciones y utopía, porque mis supuestas genialidades ni siquiera tienen salida.
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