Podréis
profanar mi cuerpo infinitas veces, para eso habéis inventado innumerables
estrategias y están a vuestro servicio todos los mercenarios de la ciencia.
Incluso tenéis en vuestras manos el poder, muchas veces políticamente
incorrecto (aunque eso os deja indiferentes), a vuestro alcance innumerables
herramientas con las que vuestro brazo corrupto extiende sus tentáculos por
todos los universos (habidos y por haber: posibles e imposibles, pasados y
futuros).
Pero
el asedio que ejercéis constantemente, con mi mente no os servirá de nada: es
una parcela que os está vedada. A lo largo de los años he ido perfeccionando
tácticas de supervivencia, impermeabilizando por ósmosis inversa este cerebro
que se os niega. Por eso (y por mucho más) es tiempo perdido, para este montaje
no podéis contar conmigo.
No es
cuestión de heroísmo, más bien de supervivencia, de indiferencia. Vuestros
valores más elevados resultan indiferentes, no sé… quizá sea cuestión baladí,
que depende de vuestra importancia. O puede que sea yo quien –defectuoso-
permanezco frío ante vuestras ofertas: nada tentador, en todo caso, para quien
ha desertado hace tiempo de vuestro mundo del pecado.
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