Al
atardecer, lo ignoto y atractivo de cuanto desconozco pero existe, proyecta su
alargada sombra sobre toda mi sabiduría. La imagen es tan simbólica como
perfecta. Una imagen exótica y atractiva (como todo lo que aún me queda por
saber) perfilando la incertidumbre por encima del conocimiento anquilosado.
El
conjunto es tan simbólico como clarificador, además hace que mi entorno se
transforme, deje de ser algo acabado para convertirse en aventura. Surco
inmensidades sin abandonar mi despacho, el reducto desde el que construyo mis
bombas de relojería, día a día.
Al
atardecer, la sombra de mi talla de madera se dibuja sobre el título de la
carrera.
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