Hoy que se iluminan las buhardillas,
que suenan acordes fúnebres
entre las sombras del campo herido,
que las alimañas gritan
desesperadas y amparadas
por la noche,
que hay mil perros ladrando
lamentos y absurdos
en la lejanía de un silencio que estremece…
sabed
que mi buhardilla está siempre iluminada
en el dolor y la tristeza,
porque soy eterno velatorio.
Sabed que las lágrimas que hoy
os inundan entre gritos
son sólo una gota de sal comparada
con el mar que desde siempre llevo dentro.
Sabed que hoy
para vosotros pasará
y en mí se queda,
lleva siempre habitándome
este dolor infinito del que hoy
vosotros, los mortales,
sólo tenéis una muestra.
La compasión siempre es dolor
y un desierto donde jamás
habita la tibieza:
el universo de hielo,
la nada… la sangre
hecha jirones negros.
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