Soy el que
duerme con los perros en un paraje inhóspito, abandonando la casa para
protegerla; soy quien se presta para aguardar en la encrucijada hasta que
llegue la muerte o el diablo, pues generalmente el terror no ha dejado
distinguirlos al populacho.
Es de noche, por supuesto; a lo lejos se oyen
hombres, desde lejos llegan, más temibles que la muerte misma, porque son el
diablo mismo. El hombre, la peor muerte, el peor diablo: más deleznable que
cualquier animal, porque los perros me dan su calor mientras duermo.
Mis
entrañas pueden estar tranquilas, yo vigilo que nadie se les acerque, nadie
perturbe sus sueños; menos aún el Hombre.
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