El aprendizaje no ha consistido en constatar que aquella
impresión adolescente fuera equivocada… por mucho que suene drástica y
trasnochada la fórmula ancestral que dice “la vida es una mierda”.
Más bien ha
ocurrido algo muy diferente: a pesar de comprobar día tras día, casi a cada
instante que dicha intuición era una hipótesis con infinidad de motivos para
poder ser corroborada incluso científicamente… el aprendizaje ha sido casi una
supervivencia: obviar semejante verdad por estéril y poder ir adquiriendo la
habilidad (siempre escasa, siempre imperfecta) de extraer diversión, belleza y
bondad de un fruto semejante, tan podrido en apariencia.
Por eso cuando escucho
la misma cantinela en boca de mi hijo adolescente no puedo evitar el esbozo de
una sonrisa, tan irónica como cómplice: el aprendizaje no ha hecho más que
empezar.
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