jueves, 14 de marzo de 2019

Impresiones a vuelapluma


“El problema de España”, decían con entrañable candidez allá por el ’98 los intelectuales: pretendiendo identificar el problema que tenía España para solucionarlo.

100 años largos después, ya resulta indiscutible que el problema ES España; sobre todo para las múltiples comunidades que siguen sojuzgadas bajo el yugo (y las flechas) de un concepto tan imperial como caduco. Alguna vez fue proyecto megalómano de personajes históricos con una carencia absoluta de inteligencia emocional e histórica.

“El problema de España” es una enfermedad de los españoles (de quienes se consideran así, como tales) cuyas nefastas consecuencias afectan a todo aquél que pretenda tener identidad, historia o personalidad propia. Una especie de peste que devora cerebros hasta convencerlos de que son la reserva espiritual del planeta entero.

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