De un lado, la propiocepción: alterada interesadamente por el sujeto, para sobrevivir. De otro, la autoestima, que se impone cotidianamente de cara a la búsqueda de mejoría. También la visión ‘desde fuera’, que es dual. Por un lado, la admiración hacia la supervivencia ajena, como proyección de intenciones del observador; por otra parte, la exigencia que busca en el mismo cuerpo a quien ya se ha ido, irremediablemente.
La confluencia simultánea de estas cuatro perspectivas en una misma persona tiene que encajarse de manera positiva: en caso contrario, la propia supervivencia optará por el aislamiento y la incomprensión como parapeto, como motivos diferenciales que se encaminen a la convivencia cotidiana de ideas contradictorias encarnadas en un mismo individuo.
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Igual es más recomendable aceptar la contradicción, don Ernesto, sin darle ni darse más importancia.
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