A veces un no-beso
resulta una declaración de amor, una demostración pública de que te importa
besar a la otra persona; de que te niegas a seguir el protocolo si va a
quedarse sólo en eso. Y trasciende precisamente por no haber sucedido. Es el
beso-recuerdo que se mece en el vacío de mil tardes lluviosas entre
posibilidades que nunca fueron; que vienen para arroparnos en esa soledad
primordial, estremecida, de la lluvia sobre el alma.
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