Tengo en el bolsillo mi mordisquito de la manzana,
esta variante de pecado original a la que atender y rendir culto a cada
instante...
Soy un instrumento a su servicio, un juguete en sus manos (no al
revés) con la aparente inocencia de algo diáfano.
Pero me aliena infinitamente
y va conquistando poco a poco pequeñas parcelas de mi tiempo, invadiendo
progresivamente intimidad y propiedades.
En breve no sabré vivir en su
ausencia, ¿existe mayor conquista que ésa?
sábado, 30 de abril de 2016
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