lunes, 26 de agosto de 2013

EN EL FONDO

Imagina cómo sería un mundo dominado por filósof@s: la población normal vive tranquila; nadie quiere el poder, pues para ejercerlo es requisito imprescindible ser pobre: tener un trabajo mileurista al que hay que asistir a diario o casi (salvo las ‘horas políticas’,  un máximo de 40 mensuales); además, no tener bienes patrimoniales excepto la vivienda habitual. Dedicarse al bien común obliga a: utilizar transporte público no preferente, comer verduras y proteínas a la plancha (excepto l@s vegetarian@s), estudiar y hacer estudiar a los niños en colegios públicos, utilizar la sanidad también pública. Otro requisito es tener un currículum brillante o casi (aunque puede ser heterodoxo) que durante los últimos 20 años se haya orientado a la sabiduría y el arte por el arte, sin ánimo de lucro; el poder lo ejercen ascetas que sólo piensan en el beneficio de la comunidad, sometid@s a mecanismos que les impidan corromperse, sucumbir a las tentaciones materiales.
En ese mundo dominado por filósof@s, la casta intelectual es una especie de tecnocracia al servicio de los problemas reales de la población, que se los traslada y fiscaliza sus actividades a través de asambleas de barrio; nada piramidal, todo horizontal. Progresivamente, la educación ha hecho posible que de forma paulatina la ambición ya no esté de moda. Intermediarios, especuladores y esclavistas (en una palabra, todas las variantes del mundo financiero) son especies en vías de extinción, puesto que prácticamente ha desaparecido el dinero. Gracias a la educación también ha mejorado la dieta y la salud física de la población, cada vez menos TV y por eso ha mejorado la salud mental; el deporte se practica en lugar de ser espectáculo, porque ha dejado de ser un negocio.


Si queréis un mundo como ése, podéis llamarme: de hecho cumplo todos los requisitos… no me importaría el sacrificio de ser vuestro presidente del gobierno, a pesar de todos los esfuerzos. Si me lo pidierais, creo que podría sacrificar mi asco y mis principios antipolíticos, en el fondo no soy tan misántropo: ya estoy redactando la ‘Ley de la anarquía’ (es la misma que la de la poesía).


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