Imagina
cómo sería un mundo dominado por filósof@s: la población normal vive tranquila;
nadie quiere el poder, pues para ejercerlo es requisito imprescindible ser
pobre: tener un trabajo mileurista al que hay que asistir a diario o casi
(salvo las ‘horas políticas’, un máximo
de 40 mensuales); además, no tener bienes patrimoniales excepto la vivienda
habitual. Dedicarse al bien común obliga a: utilizar transporte público no
preferente, comer verduras y proteínas a la plancha (excepto l@s vegetarian@s),
estudiar y hacer estudiar a los niños en colegios públicos, utilizar la sanidad
también pública. Otro requisito es tener un currículum brillante o casi (aunque
puede ser heterodoxo) que durante los últimos 20 años se haya orientado a la
sabiduría y el arte por el arte, sin ánimo de lucro; el poder lo ejercen
ascetas que sólo piensan en el beneficio de la comunidad, sometid@s a
mecanismos que les impidan corromperse, sucumbir a las tentaciones materiales.
En ese
mundo dominado por filósof@s, la casta intelectual es una especie de
tecnocracia al servicio de los problemas reales de la población, que se los
traslada y fiscaliza sus actividades a través de asambleas de barrio; nada
piramidal, todo horizontal. Progresivamente, la educación ha hecho posible que
de forma paulatina la ambición ya no esté de moda. Intermediarios,
especuladores y esclavistas (en una palabra, todas las variantes del mundo
financiero) son especies en vías de extinción, puesto que prácticamente ha
desaparecido el dinero. Gracias a la educación también ha mejorado la dieta y
la salud física de la población, cada vez menos TV y por eso ha mejorado la
salud mental; el deporte se practica en lugar de ser espectáculo, porque ha
dejado de ser un negocio.
Si queréis
un mundo como ése, podéis llamarme: de hecho cumplo todos los requisitos… no me
importaría el sacrificio de ser vuestro presidente del gobierno, a pesar de
todos los esfuerzos. Si me lo pidierais, creo que podría sacrificar mi asco y
mis principios antipolíticos, en el fondo no soy tan misántropo: ya estoy
redactando la ‘Ley de la anarquía’ (es la misma que la de la poesía).
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