SEXTO
Las ilusiones juveniles de pureza y fe en la vida se acaban con la traición, con el engaño de los demás.
El verdadero amor se ahogó en la sopa: la panza es reina y el dinero es Dios.
Alrededor sólo hay hordas de cosacos y de hambrientos lobos; es hora de matar los sueños, es hora de inventar coraje para iniciar un largo viaje por un gris paisaje sin amor.
Porque uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias, pero la humanidad se viene encima; afuera está el turbión de tanta gente sin piedad, de tanto ser sin corazón.
Nadie quiere comprender que la vida es algo más que un simple plato de comida, por eso del venturoso ayer sólo quedó el recuerdo y la vida es la suela consumida en inútil caminar, porque es traicionera y mata la ilusión.
Uno va arrastrándose entre espinas y en su afán de dar su amor lucha y se destroza hasta entender que uno se quedó sin corazón a fuerza de sentir la indiferencia del mundo, que es sordo y que es mudo.
Se lleva a empeñar al amigo más fiel y ni Dios rescata lo perdido; en esta estepa es un milagro la ternura, no tiene sentido sembrar amor en un desierto tan estéril y tan muerto que no crece ya la flor.
Sólo hay sombras que se alargan en la noche del dolor, perfumes de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento; se ha muerto el malvón de la alegría mientras se pudre el agua en los
espejos.
La alegría es el camino de los pobres sin destino, porque la vida puede más que la esperanza, porque el sueño más querido es el que más nos hiere, es el que duele más.
¿Será verdad que no vale la pena sacrificar la vida y darlo todo, y da lo mismo ser malvado que ser bueno que todo es lodo y todo es falsedad? Nada es amor, al mundo nada le importa, una mano de hierro nos llama a la realidad y los sueños se cambian en miserias y maldad.
SOMBRAS, NADA MÁS
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