Quien ha sido
abandonado por todos a quienes amaba, cuando uno tras otro ha ido acumulándose
en el tedioso sinnúmero de amnésicos, ése no está solo. Porque tiene intactos
recuerdos, preciosos como esmeraldas, que pueden siempre ser cimientos de
nuevas selvas tropicales, siempre sorprendentes.
Pero quien ha
antepuesto el egoísmo de la inercia, la comodidad del sedentarismo y la
cerrazón del monopolio a lo que sabe su naturaleza, ése se ha convertido (por
voluntad propia o anulándola por propia voluntad) en traidor de puertas
abiertas, en clausurador de imágenes, en anulador de complicidades. Él sí está
solo, porque ha transformado el pasado en arquerías ciegas de lo que fueron
monumentos, cercenando toda posibilidad de añoranza o melancolía en recuerdos
archivados y clasificados. No ha lugar el hipotético día en que -ayuno de
liviandades- pretenda desempolvar las lágrimas de lo que fue su vida, porque es
un cadáver para sus propias necedades/necesidades.
Y no cabe el
reproche, sin embargo, en un baúl de sabores degustados al unísono dentro del
cual se ha compartido una eternidad. Sólo negar con la cabeza porque/cuando se
tiene como cierta la existencia de innúmeras empresas aún por comenzar. Resignarse
no es reprochable, sólo lastimero; cuando la labor del vómito sobre las ruedas
de molino es sustituida por la comunión de las mismas resta la duda de si esta
es la verdadera naturaleza y aquélla no era sino pose atractiva o tentadora;
resta la certeza de que al hundirse el barco las ratas son las primeras en
abandonar la cubierta. Pues los "versos del capitán" (que salió a comer) se han trocado
en agrias prosas con firma de Bukowski, olvido ahora que todo tiempo dedicado a
un desertor es tiempo perdido, y prefiero transformar el vilipendio en el
homenaje a una autenticidad para la que tus ojos han sido cegados sin remedio;
Strogoff sin zar, quizás -Dios no lo quiera- algún día te añores siendo
vilipendiado por tempestades de sentimientos y llores en tu carísimo sillón de
cuero.
Entonces podrás llamarme, pero no ahora.
1994