lunes, 28 de octubre de 2013

El tango (4)

CUARTO
Amar es volcar sin sentido los sueños al mar, porque besos y amores, amistades, bellas farsas y rosadas ilusiones en el mundo hay a montones por desgracia.
Cuando llega la hora de archivar el corazón, de hacer con la ilusión un lindo paquetito con una cinta azul, guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir; cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción, se busca una puerta por donde se escape la fiebre del alba que huele a dolor.
Hay vacíos imposibles de llenar, pero en los viejos cafetines siempre rondan los recuerdos de un país y de un amor.
Allí cada cual tiene sus penas: el pesado destino de andar y de andar, un amor traidor como lágrima enredada o la garúa de la ausencia.
Son una mezcla milagrosa de sabihondos y suicidas, porque no hay consuelo en la soledad: el gusto de las copas parece siempre igual y el juego es más perro que toda mujer.
El ayer se hace brillo hasta la aurora y las horas que agonizan se niegan a pasar, porque la pena es un gran armario abierto que nadie cierra en un país que está de olvido, siempre gris, tras el alcohol.
Las penas matan, son cicatrices de un tormentoso pasado que ya no se cierran nunca porque llevan siempre trunca la esperanza de curar.
Se debe guardar respeto por el que quiera tomar, porque si las copas traen consuelo y la vida no vale ni medio, entonces se cumple que todos los que son borrachos no es por el gusto de serlo y sólo Dios conoce el alma que palpita en cada ebrio.
Se puede encallecer lentamente igual que la gente sin alma y sin voz si la vida es corta, y se aprende a regarla con tango y con champán; también se puede morir y latir al compás del reloj, como una máquina fiel, igual que un robot, sin piel.
Para salir de ahí hay que decir: basta de noches y de olvidos, basta de alcohol sin esperanzas y darse al amor como ayer; o dejar que al final termine la función corriéndole un telón al corazón.
MALEVAJE

jueves, 24 de octubre de 2013

HERMENÉUTICA DEL DELIRIO

No escribo todo lo que pienso (me autocensuro) pero sí pienso todo lo que escribo (hace mucho que no practico la escritura automática). Observo y participo, como cualquier antropólogo que se precie, sin implicarme más que lo imprescindible (o sea, todo). Analizando con detalle mis obras y su contexto, puede concluirse –sin duda– cierta misantropía… es el reverso de la realidad, esa otra utopía.


lunes, 21 de octubre de 2013

Fría mente

Asisto a mi declive físico igual que lo hice con mi juventud incierta: sin un asomo de tragedia. Con curiosidad, con desparpajo, buscando los significados últimos de todo cuanto me sucede. Quizás intentando así desmenuzar la ‘realidad real’, tan disfrazada ante esta tan obstinada ‘realidad aparente’.
Contemplo, como un científico que ha inventado su propia ciencia, cómo todo va encajando hasta darme con disgusto la razón en este absurdo mundo en el que quien tiene razón, sucumbe.
Quedan las glosas de mi testimonio como hitos que son, en el camino. Quizás, igual que las constelaciones, sirvan para orientación de peregrinos. A mí me valen como pasatiempo incomparable (pues soy el protagonista) y propedéutica para quienes se quieran acercar a mí en el futuro.


viernes, 18 de octubre de 2013

Oniropatía #25

El amor y su disfraz de mujer perfecta:
Llegará hasta tu lado el carnaval de Venecia; el increíble Lila dejará de ser un monstruo que te alborota las entrañas en primavera. Un ser que viene desde más allá del sexo y las palabras… desde una lejanía que nada tiene que ver con las distancias: llenará tu burbuja maquillándose hasta el aliento con una desfachatez sin medida. Carmesí tu interior y morado el microclima que son tus besos; te invadirá una risa que sólo comprendes tú, pero intentarás comunicarle a tu nueva compañera. No tan reciente como parece: en cuanto indagues en el pasado, en la infancia sobre la que ha correteado tu ego y ha trepado tu adolescencia… descubrirás su sombra, ya en los primeros indicios de luz ultraterrena; sin embargo, esto no es lo relevante ahora, aunque te llene de una euforia que no cabe en este planeta. Rendido a los pies de quien ha pasado a ser ya un concepto, te arrastrarás sin saberlo –creyendo rendir pleitesía– entre palacios de un lujo para ti desconocido y ajeno. Atento a cada uno de sus intrascendentes gestos, displicentes o cansinos; la indolencia se te antoja Apocalipsis, interpretas cada suspiro como si se tratase de una profecía… no atisbas penumbra alguna, ni perfilas con tus ojos el límite de los objetos. Parece como si todo se hubiera tornado ya abstracto de puro concreto, mirado desde tan cerca.
“¡Marcha, que no quiero verte!” serán palabras enmarcadas como ausentes en las prioridades de tu
mente. Mientras, atento a la musa frívola cuya inquietud más elevada reside en el color de aquella losa de mármol muerto… ignoras, porque te mientes, que todo es un espejismo inventado en el oasis: el sueño de no ser hombre, para no rendir cuentas al cielo. Reptas casi olvidando tu condición voluntaria: eunuco en procesión solitaria.
Simultáneamente sientes un ligero dolor en las caderas, que atribuyes al roce áspero del suelo; mortificarte resulta labor placentera. Pero sobre tu grupa, galopando a costa de tus esfuerzos, se encuentra una
impalpable saña, con rostro de sádica impertérrita. Representa al colectivo de todas las despechadas con las
que has ido jalonando en tu existencia; es el símbolo de una venganza hecha hembra, la antítesis de la musa a
quien crees realmente motor de tu existencia. Todo lo anterior te resulta indiferente: de tu boca ya no salen improperios ni descripciones, desde hace siglos; las palabras han dado paso a figuras multicolores: son metáforas hechas materia. Objetos que hablan por sí mismos. Cuando pretendes comunicarte, das a luz entre tus dientes miles de joyas aladas, que patinan alegres por el suelo. La escena te satisface aunque te duela. Las bridas tensas con las que ella te hace volver la mirada hacia su verdadero rostro, el que te galopa… sólo te parecen caricias que se regalan a cualquier caballería.
Interpretas su risa burlona como una complicidad eróticofestiva; el intento final de llamar la atención de la musa, se convierte también en colores palpables, alegres entre los dientes… se mezclan con ellos mismos, pues no hay espíritu alguno que tenga dentadura; tú tampoco la necesitas.
Concluyes aceptando sin duelo que tu vida, gracias a todo, ha pasado a ser un puñado de figuritas lúdicas en
manos de un mundo inconsciente; te gusta que así sea. Al fin, ¿qué era antes, sino un desierto sin nombre? ¿qué, sino una noche donde reinaba una escala de grises, una caverna sin oso, un faro sin niebla?

lunes, 7 de octubre de 2013

El tango (3)

Amar es vivir otra vez, y la vida tiene forma de mujer; así que las ilusiones buscan la dulce quimera que guarda el alma que alucinada quiere esperar, pues quien tiene un cariño al cariño se ha de dar.
Pero hay cariños que son amargura, que parecen castigo de Dios, y el valor que representa el coraje de querer se convierte después en un dolor.
A veces se muestra la vida sin sombras ni herida, sin pena ni amor, porque primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin andar sin pensamientos.
¿Para qué recordar las tristezas; presentir y dudar, para qué?, si todo el carnaval gritando pisoteó la mano fraternal de Dios, juez supremo que sabe el pasado.
La gente es brutal y odia siempre al que sueña, lo burla y con risas desdeña su intento mejor.
Quizá sea condición de varón el sufrir, pero al volver al pasado se hacen nuevas cuentas viejas y ella vuelve noche a noche como un canto para reprochar la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Mientras por una cabeza se cometen todas las locuras, una madre canta un canto querido que llega hasta el alma, porque sólo una madre nos perdona en esta vida, es la única verdad; es mentira lo demás.
Vamos por viejas rutinas cuando está de olvido el corazón, porque siempre se vuelve al primer amor.
Tras el ventanal, mientras pega la llovizna en el cristal, con los ojos más nublados de dolor hay una soledad sin para qué con el gesto de quien se ha muerto mucho.
Un hombre no debe llorar, pero si hay llantos que pueden perseguir así, se olvida que vivir es cambiar y solo (como están los que se mueren, los que sufren), solo, el corazón se entrega mansamente bajo la luz con humo del desvelo.
TOMO Y OBLIGO

martes, 1 de octubre de 2013

Allá por el...

8 de mayo de 2006

Alrededor todo son flores de madreselva, ese aromático abrazo que te envuelve y que te asfixia. Un mundo dulzón y tentador como la mediocridad, la trampa cómoda que es dejarse llevar por la inercia natural que te estrangula. Este mundo que te ahoga mientras te cautiva, con una especie de anestesia o hipnosis, que ablanda tu lucha para que no sientas dolor, para que no sientas la vida...