martes, 24 de mayo de 2016

Piénsalo...

Sale caliente, vuelve frío...

El aire de los pulmones, el producto del corazón.

martes, 17 de mayo de 2016

Unas pistas para ir revisando lo anquilosado

Ese territorio provisional y fungible, incierto y presto a caducar a cada jornada… es el puente que nos permite el traslado desde el dulce, suave y blandito país de la infancia hasta el mundo definitivo de la edad adulta a través de la oscura ciénaga que viene siendo la adolescencia: un paraje repleto de amenazas desconocidas contra las que nos previenen, sí… pero esa misma prevención resulta ser ya la primera de las amenazas.

Desfilamos sin brújula a través de semejante neblina metafísica, dejándonos guiar por las pistas que nos indican las presencias de otros ciegos como nosotros[1]: gritos al estilo de Munch, supuestas leyes universales descubiertas anteayer o intuiciones como migas de pan sobre el camino… palos de ciego.

Por fortuna, se trata de una etapa definida y concreta… aunque hay quienes –debido a esa niebla- pierden el norte y se instalan definitivamente en ella: convirtiendo la tienda de campaña en domicilio. Éstos nada tienen que ver con aquellos otros que pretenden y practican el credo de la eterna juventud: a pesar de que ambos grupos pertenecen a la misma familia léxica.

Transitar por este puente es una aventura repleta de peligros, sin duda: pero precisamente por eso: la recompensa es que nos curte y proporciona una armadura que nos permitirá enfrentarnos a la siguiente pantalla del vídeo-juego… aquélla consistente en ser persona adulta, con todas las consecuencias. Tras el introito de la madurez, llegará la vida en serio.



[1] Más que hablar estrictamente de ciegos, habría que referirse a los individuos que deambulan por esta ciénaga como si fueran los personajes de La niebla, el cuento de Boris Vian. Nadie puede ver, pero no por un defecto o una carencia de la persona, sino por la imposibilidad del entorno para hacer posible la visión.