miércoles, 31 de diciembre de 2014
El tiempo un espejo
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lunes, 29 de diciembre de 2014
GENIO (Malas memorias) 143 MP
Pretendía
ser una cafetería de parejitas y a veces lo conseguía. Con esa rentabilidad
empresarial escasa pero habitual que otorga una clientela tan fiel como celosa
de su intimidad y escasa de recursos.
Mesitas
de mimbre y cristal, juegos de mesa, música tranquila y camarero amable. Lo
justo para dejar desfilar las horas a su ritmo, a su antojo: entre arrumacos.
Barra de madera con tejadillo, pantalla grande de televisión (aunque no
gigante) y ambiente acogedor. Éstos eran los valores con los que contaba el Genio.
Pero
su localización y ambiente lo hacían receptivo también para otro tipo de
público menos estandarizado y también menos previsible. Por comodidad,
costumbre o casualidad, allá por el ’83 se empezó a convertir en un sitio
propicio para lo que ahora se denomina quedadas[1].
Quizá
por amable y neutro, el Genio
resultaba un terreno idóneo para el inicio de una relación de las denominadas cita a ciegas. Por entonces, sin
internet ni móviles, eran casi patrimonio exclusivo de la radioafición: y si era pirata, mejor.
Además
el Genio contaba con la
característica de estar cerca de la casa de Jesús Onza. Así
que éste lo utilizaba para intentar llevar a cabo sus tácticas envolventes
(supuestamente exitosas) con las que conseguir ligarse a alguna churri de vez
en cuando. Muy a su pesar la realidad[2] se empeñaba en que el Genio fuera lugar de charla con
los amigos y a la vez testigo de sus frustraciones donjuanescas.
El
Genio estaba también cerca de
los sucesivos domicilios de Seco Moco. Esto a la larga
acabó convirtiendo al lugar en una especie de cuartel general en el que
planificar actividades y estrategias de radiopitas solteros, así como hacer
mesas redondas ante el café.
Alguna
que otra vez nos vio tomando copas, pero excepcionalmente. Entre sus mesas
conocimos a Remedios Pirata,
una guapa estudiante de psicología
que pretendía hacernos creer que sus vitaminas y los comprimidos de levadura de
cerveza eran anfetaminas… Imagino que el entorno era propicio y mis escasos 20
años lo pedían a gritos. Pero aquellas píldoras resultaron en realidad ser
ruedas de molino con las que jamás llegué a comulgar.
En
ocasiones el Genio era
coquetón y acogedor. Comprensivo con ese tiempo que pasa sin quedarse y que
termina siendo la mayor parte de la vida. Generalmente se ponía así de
tontorrón en otoño, cuando la melancolía inunda las calles maracandesas. Pero
el verano era diferente: puertas abiertas, corazones deseando arder, aventuras
de todo tipo esperando en cualquier canal de la emisora de radio[3], en cualquier esquina.
Lo
cierto es que con todo y con eso, el Genio
era un lugar al que yo iba extemporáneamente, pero con cierta convicción. Uno
de esos bares en los que cuando uno está, tiene la sensación de haber estado siempre.
Al contrario de esos otros en los que uno siente estar por casualidad y poco
rato, con la sensación de no volver nunca.
Nunca
fui un habitual del Genio,
que era más el territorio de Seco Moco y Jesús Onza. El lugar al que llevaban a sus posibles víctimas. Su
tela de araña para intentar el lucro sexual al que eran tan proclives. El
primero con mayor éxito, sin duda. En todo caso jamás presencié el ritual. Para
mí el Genio, aunque oliera a
feromonas, sólo fue un lugar de aprendizaje humano. Más antropológico que
erótico. Bien es cierto que saqué provecho de presenciar lecciones ajenas… como
si un genio hubiera salido de la lámpara para enseñármelas.
sábado, 6 de diciembre de 2014
Etimología patafísica del estornudo
No sabría
deciros de dónde proviene o procede mi grito cavernícola, ése que aflora en los
estornudos. Quizá sea simplemente una reivindicación ancestral de la especie,
que me utiliza como vehículo para plasmar su identidad o sus exigencias
ininteligibles, viscerales. O puede que se trate de la protesta de mi
inconsciente, vehiculada en un espasmo para no tener que seguir los cauces
políticamente correctos.
Lo cierto es que me arrastra el cuerpo hacia un
territorio indefinido, provisional y fungible: el instante del estornudo.
Durante una milésima de segundo, toda la maquinaria de mi cuerpo se pone al
servicio de un objetivo, más allá de mi voluntad: superándola o
contradiciéndola, no sabría decirlo con exactitud. Entonces se produce el
clímax, el orgasmo del aparato respiratorio echando fuera de sí aquello que por
alguna razón (probablemente fisiológica) resulta incompatible con la
supervivencia pacífica.
Podría luchar contra ello, es cierto, ahogar con
voluntad el gritito espasmódico que acompaña al estallido. Pero así, ¿no
estaría reprimiendo una parte de mí que –aun siendo inconsciente- me
constituye? Quizá si lo hiciera incurriría en la contradicción de pretender
luchar contra la naturaleza de mis actos más animales; pero ¿acaso no es eso la
convivencia misma? ¿Acaso no luchamos contra nosotros mismos, cada uno en su
individualidad, para poder compartir el mundo más allá de deseos y apetencias?
Puede que sí, que en el fondo de toda la comedia humana del respeto hacia los
demás y uno mismo, de toda la representación cotidiana que nos permite
rodearnos de semejantes… lata la misma verdad que tras un estornudo, con lo que
esto tiene de simbólico.
Puede que
tras este inmenso decorado que es la sociedad, sólo haya una verdad de
alergias, de incompatibilidades radicales negándose su propia esencia. Pero
entonces, ¿qué haré mañana? Seguir estornudando como una bestia, solución vana…
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martes, 25 de noviembre de 2014
BARRAS (Malas memorias) 268 MP
Una
mano biónica que arañando la superficie imaginaria del papel daba como
resultado un código de barras. Bajo el dibujo, una leyenda: “El zarpazo final. Barras”. Junto a esto, la
dirección en la zona de marcha.
Fue
allá por el ’84 cuando este cartel invadió las calles maracandesas: para
anunciar un bar recién abierto en lo que con el tiempo resultaría ser la zona
más emblemática de la noche de Samarcanda.
El cartel lo había diseñado Valentín Hermano junto con su colaborador
de entonces: Alejandro Uniformólogo,
quien tenía la cabeza llena de batallitas de soldados de plomo. La tarea de
empapelar la ciudad con dichos carteles fue mía, en colaboración con alguien
más que no recuerdo. Por este motivo acabé aprendiéndome de memoria el lema, el
logo y el todo por el todo.
Parecía
que aquélla iba a ser la tarea que de forma irónica me tenía reservada la vida
laboral, porque de la época también fue la aventura de los carteles sobre la Feria del libro y alguna que otra
aventura de pegadeces… con lo que esto suponía para alterar el ritmo cardiaco:
buscar lugares si no adecuados, al menos no estridentes y esquivar las
patrullas de la Policía, prestas a recaudar a golpe de multa. Lo cierto es que
todo ello hacía de la actividad algo si no atractivo, al menos clandestino… con
lo que esto tiene de aventura.
El
Barras en cuestión era un bar
más o menos agradable, con buena música y marcha en cantidad. Resultaba algo
oscuro, pero esto le daba si cabe un mayor atractivo de cara a la clientela.
Como negocio era boyante, sin duda: la afluencia de público lo delataba. Un
sótano acondicionado como pista de baile, casi como una discoteca, le otorgaba
un pedigree y una personalidad que
resultaban elementos magnéticos, en la penumbra de unas noches que eran más
promesa que amenaza.
Sin
embargo, algo no encajaba en el conjunto: hecha la campaña publicitaria,
pegados los carteles, incrementado el volumen de afluencia. Pero el dueño del
cotarro se resistía a soltar la gallina, pagar los servicios prestados. Se
escaqueaba. Estas cosas ocurren cuando se trabaja por cauces alternativos al
comercial ortodoxo establecido. No hay contratos y todo eso…
Al
final pagó… a regañadientes, pero lo hizo. Después se supo el motivo del
pretendido escaqueo: el amigo estaba metido hasta las cejas en el cutre y
manido mundillo de la farlopa, que se llevaba todos los beneficios del negocio.
Por tanto, debido a una de esas ironías que tiene la realidad más o menos
heterodoxa, el Barras acabó
sucumbiendo a su propio zarpazo.
lunes, 17 de noviembre de 2014
El negocio del arte
Hacer del arte un negocio significa no haber entendido nada…
Podéis ser ricos, sin duda, pero artísticamente sois analfabetos: vuestra mente
está cerrada a la comprensión de la vida atormentada. ¿Cuántos artistas fueron
ricos en vida? ¿Y para qué les sirvió serlo después de muertos (si es el caso)?
Simplemente para ver prostituida su obra, lejos del mundo de la comunicación,
lejos del alma…
Alrededor del arte se mueven inmensos mundos de economía
desvencijada, pretendidamente culta: pero no lo hacen dentro del arte mismo,
son satélites. El arte, cuando deviene negocio, se volatiliza, desaparece…
aunque siga ahí la materia.
Es una especie de “don de Midas” invertido: todo lo que toca el negocio, se convierte en lo contrario del arte. ¿Y qué es lo contrario del arte? Difícil definirlo, si no es por oposición: más sencillo, infinitamente más, definir lo que sea el arte (no seré yo quien lo haga: definirlo es convertirlo en negocio… de lenguaje).
Pues bien, todo lo que quede
fuera de la definición, resulta despreciable por irrelevante, por lejano al
alma; porque hay algo indiscutible: quien antepone el negocio al arte es un desalmado.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Así es la vida...
Al llegar a determinada edad...
a ella le sigue gustando gustar.
En cambio él ya ha renunciado -por desidia o
lo que sea- y sólo quiere que le gusten. ¿Cómo decirlo? Ser gustado, quizá sea
casi exacto; revolcándose en la impotencia tan bien conocida por ella. Él,
resentido, piensa que es obra suya (de ella) y la desprecia (a ella).
Se va con
sus amigotes, tan impotentes como él: no en lo sexual, pero sí en lo humano.
Quiere ser animal, casi una zorra que desprecia las frutas apetitosas, jugosas,
mintiéndose que están verdes.
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miércoles, 5 de noviembre de 2014
ICONOCLASTEANDO
Mi vecina
adolescente no es una persona, sino un concepto con tetitas que se cruza
conmigo por las escaleras y piensa que soy un señor, sin imaginar mi verdadera
personalidad... la del mayor pervertido de toda la Humanidad (si no el peor,
que no oso, al menos el más complejo).
lunes, 20 de octubre de 2014
Fragmento de mis futuras memorias
La
argumentación parecía impecable: filosofía y fealdad eran sinónimos; caso contrario,
alguien que no es feo no se dedicaría al intelecto, sino al cuerpo.
Con
semejante desparpajo, la falacia dividía al mundo en dos grupos
irreconciliables: el de los feos/intelectuales y el de los
guapos/superficiales. Aquello nos impregnaba ciertamente de un malditismo que
resultaba en ocasiones más atractivo que la belleza misma, nos relegaba al
papel de protestones porque en la lotería de las caras no nos había tocado ni
la pedrea.
Pero la base del razonamiento era evidentemente falsa, porque partía
de la imposibilidad de compaginar en una persona belleza y sabiduría, por
ejemplo. Condenaba a los guapos a la ignorancia, igual que a los feos les
relegaba a las bibliotecas. Sin embargo, no se negaba la evidencia de que había
individuos que compaginaban facetas enfrentadas: se les trataba como
excepciones y por tanto no sólo dignos de compasión por ser una especie de
“enfermos”, también como demostración de la veracidad del argumento.
Un
poco como respuesta a semejante superficialidad, el título de mi tesina iba por
ahí: el reducto que va más allá de la materia, la sensibilidad superando lo
inmediato. Al fin, ¿quién se preocupa de la belleza aleatoria, sino aquella
persona que no tiene más elementos importantes en su vida? No es que la belleza
no importe, sino que es secundaria: en otras palabras, la belleza no es
meramente física, sino que se refiere a un concepto más englobante, casi total:
lejos de pasarelas y vacuidades.
En
todo caso, resulta fácil solidarizarse con los pobres siendo uno de ellos… no
así cuando uno es rico (lo primero que hacen los ricos es rechazarle por
diferente). Nosotros, en cambio, tratábamos a los guapos como si fueran
personas: normales antes que guapos, a veces incluso obviando la belleza para
que no se sintieran excesivamente incómodos.
viernes, 17 de octubre de 2014
Tú dirás...
Ahora me voy un rato, de viaje al pasado… en fin, eso son unas
memorias ¿no? Un viaje en el tiempo, pero al abrigo del presente: un recorrido
por paisajes que alguna vez no nos resultaron ajenos. Salgo pero no huyo, mi
cuartel general es éste: los episodios contables sólo escaramuzas en la batalla
de la vida. Las cosas como pudieron ser y no fueron; o mejor: como no pudieron
ser. Hipótesis de especulaciones, pasados posibles, imposibles… deseos
consumidos, no consumados; actos fallidos y actos follados. Juegos de palabras
y palabra de juego. Armonías ajenas pendientes como telarañas ¿a quién le
interesan ya, si no es como materia de entretenimiento para una tarde de
invierno, junto a la mesa camilla?
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viernes, 3 de octubre de 2014
LITERATURA FICCIÓN
Pagar
por leer dejará de ser esa fórmula ancestral que conocemos desde la Revolución
Industrial y sus coletazos de derechos de autor.
La
difusión del saber se convertirá, gracias a Internet, en el corolario de algo
tan elemental como la biblioteca de Alejandría; se comprenderá así, por fin,
que todo el proceso intermedio era tan prescindible como deleznable: poner el conjunto
de la sabiduría al servicio de la mentalidad empresarial (tan primaria como
pacata).
Así,
los libros –además de ser infinitamente diferentes, como los conocemos en la
actualidad– se pagarán después de haberlos leído y sólo si el lector considera
que el autor merece ser subvencionado con su micro-crédito (que no limosna); el
dinero será tan sólo una forma de traducir (a un lenguaje universalmente
entendible) el refuerzo positivo, la admiración, el coraje y la calidad del
autor, quien –en todo caso– seguirá escribiendo aunque no pague nadie.
Pagar
por leer se convertirá en algo gratificante para quien lo hace, pero también en
una obligación moral para quien recibe el pago: seguir adelante, en la misma
línea, profundizando. Y si alguien lee y no puede pagar por falta de recursos,
resultará indiferente: la obra ya habrá cumplido su misión comunicativa,
dejando a la transacción financiera en el segundo plano que le corresponde.
Con
semejante filtro –tan natural como justo– abandonaremos ese acto de fe que
significa (a día de hoy) comprar un libro: pagar por adelantado algo que no
sabemos si nos gustará, estará rancio o caducado… Esta concepción actual
trasluce un complejo de inferioridad de los autores, el temor a no ser
reconocidos por el público: ni más ni menos que una crisis de vocación, de
autoconfianza y también de confianza en la propia calidad… disfrazada de forma
capitalista. Eso sin entrar a valorar los débitos en que se incurre al obrar de
esta manera: clientelismo, favores debidos, lameculismos en general…
Algún
día nos parecerá demencial e inconcebible lo que hasta hoy nos ha parecido de
lo más normal, mediatizados como estamos por una mentalidad adocenada que nos
dicta (de “dictadura”) las maneras de pensar y apreciar todo cuanto se refiere
al mundo del arte en general y de la literatura en particular.
Entonces
la obra se valorará sólo por sí misma, lejos de los mercados y los ortodoxos
juicios de críticos que viven gracias a sueldos amasados en la trastienda de la
conciencia: mezquinos, pero con el disfraz del arte (que por definición y por
fortuna, siempre ha estado más allá de semejantes manoseos).
Ese
día sabremos que finalmente ha cambiado el paradigma desde el que evaluamos una
obra, privándose del lastre de las inconscientes deudas intelectuales y las
pacatas autojustificaciones. Entonces –aunque los ricos no quieran- el arte
será gratis y revolucionario; para eso se necesita también un cambio de
mentalidad, una educación en valores lejanos del tintineo. La coincidencia de
ambos cambios no sólo será definitiva: además, tendrá un imposible retroceso.
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sábado, 27 de septiembre de 2014
AZIMUT Y PARALAJE
Instrucciones
aparentemente verdaderas para disfrutar de la visión de coños en lugares no
nudistas; advertencia para que las no-conscientemente-exhibicionistas corrijan
sus actitudes (si quieren).
El
punto de partida fundamental para el mirón será la elección adecuada del lugar
de observación: a tal efecto, lo más indicado es situarse tras la cabeza de la
nínfula elegida, consiguiendo con ello un lugar doblemente privilegiado (por no
poder ser descubierto por ella y porque le permitirá una óptima observación). Ella
estará tumbada sobre una toalla, sobre la arena o sobre una tumbona: en
cualquiera de los casos, nuestro mirón se colocará en el enclave indicado, pero
además de manera elevada (lo que sin duda le facilitará la observación): una
tumbona tiene la altura ideal, con toda certeza.
Una
vez dispuesto a la cacería visual, se acomodará en su atalaya sin despertar
sospechas, haciendo gestos y ademanes mesurados (aunque no exceso, que pondrían
sobre aviso al entorno). Para elegir el lugar más perfecto de los posibles,
nuestro protagonista dedicará un buen rato a aplicarse bronceador pausadamente…
pues con ello puede sin duda matizar su posición hasta el extremo, pudiendo
alcanzar la perfección en la perspectiva (si se esmera). Con las gafas de sol
tendremos ya el complemento idóneo para el disfraz; colocado boca arriba sobre
su tumbona, el mirón tendrá en el centro de su campo visual (como al descuido,
como por casualidad, como si no fuera importante) el cuerpo elegido para la
ocasión. Así, mejor que cualquier lectura, realidad virtual o imaginación a su
alcance, nuestro mirón tendrá a su disposición una especie de “canal Gran
Hermano” a tiempo completo, desde el que poder ir degustando todos los matices
del bronceado ajeno. Disfrutará sin duda de cada episodio de la escaramuza por
minucioso que sea; pero además –con la debida paciencia- llegará tarde o
temprano ese mágico instante en el que ella, boca arriba, elevará la cinta
superior de la parte triangular de su bikini: no se sabe muy bien si esto
obedece a un ademán presumido, a un afán de perfección, a una duda sobre el
funcionamiento cósmico (quizá más bien necesidad de ventilación o efecto
mariposa) o simplemente se trata de un mero gesto de displicencia. En ese
instante eterno, durante esa milésima de elevación de la cinta… se hará visible
para nuestro mirón el interior del valle delimitado por las dos crestas
ilíacas, esa depresión en la que reside el mayor volcán del organismo humano.
Bajo la carpa colorida de ese instante, asomará el pigmento del cabello crespo
y coloreado… o bien el brillo lampiño fruto del tesón humano; en ambos casos,
el instante eternizará la materia en la memoria de nuestro protagonista. Lo
demás lo hará ya el recuerdo, modificando la realidad a su antojo… El instante
ya será eterno; ella jamás tendrá conciencia de exhibicionismo alguno, sólo de
perfeccionismo o de coquetería.
En la
antigüedad, tanto los sabios como el común de los mortales pensaban que el
cielo era una cúpula a la que estaban adheridas las estrellas, colgantes;
desconocían la inmensa distancia que separaba su visión de ellas y por tanto
también que al desplazarse en la tierra no se alteraba la distancia entre
ellas.
Una
mirada, un sexo, una intención, un deseo… ¡qué distancia tan relativa!
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sábado, 13 de septiembre de 2014
El submundo de las ideas
¡Cuántas veces llega la
inspiración en circunstancias adversas! Por cualquier motivo, imposible
anotarlas; entonces nos empeñamos en memorizar para después... y entonces
surgen en tropel, fluyen más ideas, como aprovechando que se ha levantado la
veda. Queremos recordarlas todas, pero alguna siempre se escapa, huye hacia el
éter o la vida; es lo que yo llamo "ideas que se ahogan en la ducha",
infinitas porque las agiganta la desmemoria. Muchas veces prescindibles, pero
otras: se las queda el genio que llevamos dentro. El inconsciente individual.
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sábado, 30 de agosto de 2014
Una reflexión (pequeña)
La posesión sexual no es algo físico,
sino intelectual. La prueba está en su pretensión de trascender la materia,
prolongarse más allá del dominio de un cuerpo, para erigirse en figura social
(matrimonio) como declaración pactada de status respectivos: ya lo dijo
Foucault. Por todo ello, no puede pretenderse una posesión sexual sin
proyección de propiedad vital, salvo que podamos llegar a concienciar de una
libertad inimaginable a día de hoy. Es el miedo a la libertad de Fromm en su
versión sexual.
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jueves, 14 de agosto de 2014
NO-BESO
A veces un no-beso
resulta una declaración de amor, una demostración pública de que te importa
besar a la otra persona; de que te niegas a seguir el protocolo si va a
quedarse sólo en eso. Y trasciende precisamente por no haber sucedido. Es el
beso-recuerdo que se mece en el vacío de mil tardes lluviosas entre
posibilidades que nunca fueron; que vienen para arroparnos en esa soledad
primordial, estremecida, de la lluvia sobre el alma.
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lunes, 28 de julio de 2014
JOAQUÍN MACHO (Malas memorias) 411 MP
En
dos palabras, Joaquín MACHO
era un cachondo mental. La típica persona que le quita hierro a cualquier acontecimiento
hasta desnudarlo y presentarlo como lo que en el fondo es: una tontería.
Las
casualidades de mi existencia saharaui quisieron que Joaquín MACHO y yo entrásemos en contacto. Entre otras cosas
porque[1] durante un tiempo
estuvimos compartiendo mesa cotidianamente. Ambos pertenecíamos a aquella Sociedad gastronómica que se
formó casi espontáneamente, para hacer frente al aburrimiento cotidiano y
proverbial que rezuma Kagan a
la hora de comer.
Durante
esos ágapes descubrí uno de los secretos de Joaquín MACHO para conseguir felicidad a los postres. La
cosa era sencilla. Tras la comida y el café, un sobrecito de Almax para prevenir los ardores… que
traería la irrenunciable copa de brandy. Yo le preguntaba: “¿Has probado a
suprimir las dos cosas, sobrecito y copa? Quizá la cosa vaya mejor…” “¡Ni
hablar! Sin coñac no me quedo”.
Las
sobremesas por fortuna garantizaban al cantautor que Joaquín MACHO llevaba dentro. La sobremesa era nuestra.
Esto
nos da una idea aproximada del carácter de Joaquín
MACHO. Si añado que además de biólogo tenía una estética posthippie o semigrunge… que era
ojisaltón, risueño y entrañable… Sólo me queda por decir que para conducir su Peugeot 505 reclinaba tanto el asiento
que conducía tumbado.
Ni
siquiera es necesario mencionar que al compartir piso también compartimos
grandes momentos juntos. Inolvidables y cálidos. De ésos que sólo puede
comprender quien alguna vez ha compartido piso con buena gente.
Al
poco tiempo Joaquín MACHO
tuvo que marcharse por imperativos laborales, aunque me buscó relevo para
compartir el piso. Así fue como conocí a Marielo
SOPA. Poco tiempo después Joaquín
MACHO se casó y tuvo la deferencia de invitarme a su boda[2]. Eso sí: a través de Marielo SOPA le hice llegar mi
regalo. Una berenjena natural[3].
A
lo que sí asistí fue a la versión alternativa y hippiosa del banquete, como
despedida de soltero… Algo informal, que consistió en una convivencia de fin de
semana en un albergue. Copas, charlas y experiencias de lo más amistoso.
Después
le perdí la pista… Supongo que era su pretensión, apartarse del mundanal ruido.
Hace poco, navegando desde mi despacho, descubrí su rastro en Internet. Compagina su carácter de
biólogo con la afición de poeta. Aunque de difícil acceso desde nuestra pacata
dimensión, en el alma de Joaquín
MACHO siempre latió un poeta. Por eso ya en tiempos de la Sociedad gastronómica cantaba
mientras, durante la sobremesa, nos regalaba el sonido de su guitarra.
[2] Gesto
al que yo no correspondí con mi asistencia. Por
aquellos tiempos me negaba a colaborar en semejante pantomima social por una cuestión de principios. Pero genéricamente… nada personal.
[3] Salida
de tono que me impidió llegar a conocer a la que sería su mujer: Mireia, a quien la sabiduría popular y maledicente apodaba
“la guarra”.
miércoles, 11 de junio de 2014
TEORÍA DE LOS 50 AMIGOS (Y 2 FAMILIARES)
Hay
quien opina que la vida es difícil. Puede que sea cierto en su caso, como en
otros muchos.
Para
solventar semejante contratiempo, propongo una alternativa al concepto
tradicional de vida. No sirve para todo el mundo, por supuesto; es más, si todo
el mundo acabara poniéndola en práctica, desaparecería. Es imprescindible que
sea minoritaria… por otra parte, la condición humana hace que lo sea realmente.
Para
llevar a cabo este proyecto, para plantearse uno la vida de esta manera, son
necesarios una serie de requisitos.
El
plan de vida es sencillo: tener 50 amigos que quieran, puedan y sepan dejarle
vivir a uno una semana al año en su casa, como invitado.
Quedan
un par de semanas para compartir con los seres más entrañables de la familia,
como puedan ser hermanos o progenitores.
Para
conseguir que la empresa se lleve a cabo con éxito, se requiere que –por parte
de la persona decidida a vivir de esta manera- se cumplan los siguientes
requisitos:
- No tener pareja ni adquirirla. Individualidad absoluta.
- Huir de las posesiones materiales. Sólo lo puesto
y una maleta.
- Apertura mental hacia todas las formas de vida
posibles.
- Respeto absoluto: creencias, raza, aficiones,
deseos… hay que abandonar la idea de que uno es el mejor.
- Tolerancia de todo tipo de horarios, de
costumbres, de dieta, de ideas…
- No envidiar nada de lo que puedan tener los
anfitriones: ni material ni espiritual.
- Ser todo-terreno: bricolaje, cocina, informática y
compra son temas básicos en los que el invitado debe aportar algo.
- Disposición a colaborar para todo y en todo
momento. Lo último que debe llegar a pensar el anfitrión es que el
invitado es un estorbo, una pesadez o una carga.
- Vivir el momento, carpe diem. No conformarse, sino
adaptarse. La máxima debe ser: yo quiero lo que tú quieras.
- No hay futuro ni pasado. Tener siempre presente
que la próxima semana todo habrá cambiado absolutamente
Desde
el punto de vista del invitado, la idea está clara: vivo donde estoy, tengo lo
puesto y no tengo nada que perder (no tengo nada) ni que ganar (lo tengo todo).
Pero
el planteamiento del tema no tiene que ser sólo egoísta; también debe basarse
en la empatía: personalizar la estancia en cada casa para hacer de ella algo
único, irrepetible, inolvidable. Adaptarse a los gustos, preferencias y
necesidades del anfitrión (a tal efecto, sería deseable elegir muy bien a los
amigos, basándose sobre todo en la afinidad para una hipotética convivencia).
Téngase
en cuenta que por lo general, lo que convierte la convivencia en una tortura
es: por una parte, la tendencia del individuo a hacer más hincapié en la
diferencia que en la semejanza; por otra parte, lo indefinido de la duración
temporal de la convivencia. En nuestro caso, al estar limitada a una semana,
desaparece esto último, además de facilitarnos la forma de atacar lo primero:
la actitud del invitado hacia el anfitrión debe ser lo más semejante posible a
la que tiene el visitante con el cicerone.
Interesarse
por las costumbres ajenas y sus motivaciones, buscar las facetas positivas de
las mismas, obviando lo negativo salvo para ayudar a mejorarlo. El invitado es
un colaborador.
En la
mayor parte de los casos es recomendable silenciar la condición de “invitado profesional”, dando a entender
siempre la singularidad y unicidad del anfitrión (nunca se debe sentir
equiparado a otros; lo más probable es que en este sentido se vería ninguneado),
la gran persona que es y lo excepcional de su trato; pero no humillarse para
ello, pues sería contraproducente: algo natural.
No
comentar jamás el hecho de que uno carece de domicilio, que no tiene casa, que
vive en 50 casas que no son suyas: esto haría disminuir la autoestima del
anfitrión hasta llegar (en el peor de los casos) a sentirse utilizado y romper
el vínculo de amistad, por considerar al invitado como un interesado (gorrón o
aprovechado) cuando no es cierto: si viene a su domicilio y su vida, es primero
por amistad y segundo para aportar algo bueno a la vida del anfitrión. Esto es
y ha de ser indiscutible.
Como
ejercicio de empatía, podemos formular ahora el decálogo de deseos que late en
cualquier anfitrión con respecto a un invitado; no hay que perderlo jamás de
vista.
Si yo
invitase a alguien a mi casa durante una semana, ¿qué me gustaría que hiciera?
- Ser amable, pero no pesado. Dar conversación
amena, divertida, enriquecedora… pero no pesada ni excesiva.
- Que sus costumbres no interfieran ni alteren las
mías, que no me alteren el ritmo normal de vida.
- Colaboración en todas las tareas: domésticas,
mecánicas…
- Sugerir y/u organizar alguna fiesta, acampada,
acontecimiento extraordinario en general.
- Que no sea plasta de ninguna de las infinitas
formas posibles.
- Su presencia tiene que aportar algo positivo,
romper la monotonía e instalar una dinámica extraordinaria.
- Ideas para mejorar cualquier aspecto siempre serán
bienvenidas.
- Disposición y tolerancia hacia cualquier aspecto
de la vida tal y como yo la conozco.
- La presencia del invitado tiene que ser como un
ramo de flores en la casa: invisible si no quiero fijarme en él, pero
refrescante y alegre si le presto atención.
- El invitado es un puente levadizo que comunica mi
castillo con el mundo exterior; que no lo pierda en ningún momento de
vista.
Cuando
haya transcurrido la semana de estancia en casa del anfitrión (fechas acordadas
previamente por ambos y nunca más de 7 días), la sensación de éste tiene que
ser agridulce; en caso contrario, la experiencia habrá sido un fracaso para
ambos. La dulzura proviene de los días compartidos (prestos a convertirse en
recuerdo idealizado) y la parte agria, de la necesaria despedida (aduciremos
obligaciones ineludibles).
En
todo caso, un momento emotivo tiene que ser compartido de forma espontánea en
el compromiso adquirido de corazón por ambas partes: repetir al año siguiente;
pero sin calendario fijo. Simplemente, ya quedaremos o nos llamaremos. Al
marchar la sensación debe ser (para ambas partes) como si no hubiera pasado el
tiempo, como si el invitado acabase de llegar ahora mismo: la vida es un soplo.
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martes, 10 de junio de 2014
La rueda... de molino
Así
es en España el negociete de la cultura. Conoces gente interesante que se caga
en tu puta madre.
Es un precio pequeño para salir del hastío en el que viven
los ricos.
En general, los artistas se dividen en tres grupos: los comprados,
los sobornables y los incondicionales. Entre los primeros y los segundos sólo
hay una diferencia temporal: los comprados lo son a tiempo completo, los
sobornables… para cuestiones puntuales. Sobre los incondicionales, sólo decir
que lamen el culo a cambio de lo que pueda caer; únicamente por las migajas.
jueves, 29 de mayo de 2014
REFLEXIONES DE UN RICO
¡Qué
fácil es pedir justicia social cuando uno es pobre! Resulta casi una necesidad,
un corolario. Lo difícil es intentar cambiarlo todo desde una posición de
privilegio. Las más de las veces tus correligionarios te tildan de traidor,
bobalicón o inconsciente; además, harán todo lo posible para inhabilitarte,
ningunearte o peyorarte… por si acaso cundiera el ejemplo. Ante todo,
corporativismo.
Como
un profesor que durante la fiesta se disfrazara para acercarse a los alumnos: a
buen seguro, alguno de sus compañeros le reprocharía “rebajarse” al nivel de
los alumnos. Esa misma sensación siento yo entre mis compañeros de clase alta
cuando expreso mis ideas sobre la justicia social.
“¡Si
al menos lo dijera para perpetuar nuestro status!”, son sus afirmaciones
egoístas. “Pero no, realmente quiere ser chusma, quiere ser pobre”.
Si
actuara al revés, sería tan déspota como sólo puede serlo un “nuevo rico”; tal
como lo hago, parece que me acerco más a la figura del “nuevo pobre” antes de
haberme arruinado siquiera.
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viernes, 2 de mayo de 2014
Otro aperitivo
ALBERTO “DINAMITERO”
Organizador nato, las
ganas y las fuerzas se le escapaban por los ojos en todo momento. Desprendía un
halo contagioso, el que hacía que todo pareciera posible. Ponía al alcance del
corazón cualquier sueño referente a cambios en las cosas que pedían a gritos
ser cambiadas.
Y había muchas, la Facultad era un hervidero de proyectos y personas
que deseaban llevarlos a cabo por encima de las instituciones. Ciertamente
parecía posible, alcanzable. Pero claro, el trabajo era ímprobo. Sólo
catalizando voluntades, aunando ilusiones era posible, sería posible llevarlo a
cabo. Alberto estaba dispuesto a eso: era un pedagogo vocacional, por eso mismo
su paciencia era infinita en las explicaciones; para poner al alcance de su
interlocutor todo aquello que fuera necesario, no desfallecía en explicaciones.
Muchas horas dedicadas a eso, al diálogo. Al final de unas jornadas que
parecían eternas llegaba el cansancio; pero ni así se presentaba como posible
que Alberto se replegara. Porque tras muchas horas de organización y debate, al
llegar el momento del descanso… también había esa faceta de amistad, folklore y
cercanía que él sabía cultivar. Imagínese la escena: anochecer de un largo día
en el interior de la Facultad. La importancia de las tareas ha sido absorbente,
reuniones maratonianas, proyectos que exprimen el cerebro, trato humano
desgastante… a todo eso hay que añadir lo que es más peregrino: la
supervivencia cotidiana para cualquier organismo; hambre, sueño, fatiga,
cansancio…
Pero la noche no se presenta como un descanso, porque continúa en el
interior de la Facultad: está “ocupada” y también allí se hace noche. Para las
horas del descanso llega la camaradería más allá de las diferencias de
criterio, arrimar el hombro con la guitarra entre las manos; aunque no se sepa
cantar, es indiferente. Resulta más importante dejar patente que somos nuestro propio
espectáculo, que no necesitamos televisores ni actores ajenos. Hay
personalidades magnéticas y Alberto era una de ellas; esto incluye la capacidad
de arrastrar multitudes cuando es necesario o se da la oportunidad, pero
también un trato individual seductor si llega el caso.
Y al caer la noche así
era. En ese instante cada uno seguía su propia naturaleza, sin dudarlo; había
quien se desmelenaba en la música, el deporte, los juegos de mesa, el sexo, la
conversación… tiempo no faltaba, más bien lo contrario. Estaban los lugares de
reunión, como la sala de alumnos o el recibidor de la Facultad. Pero también
había infinidad de aulas esperando para acoger a cualquier grupo para darle
cobijo. Aunque el grupo fuera de dos y el cobijo lo llevaran puesto: había una
buena cantidad de anécdotas sobre quienes iban buscando un rincón solitario y
encontraban que ya estaba ocupado: así les pasó a Blanca y Edorta, por ejemplo,
que fueron sorprendidos “en el acto”. Más de una noche se buscaba recolocar
cuerpos entre aquella vorágine social que todo lo llenaba. Esto eran los
primeros días de encierro, claro, después poco a poco fueron llegando la
desmotivación y el desencanto, el repliegue a lo individual: la gente se fue
descolgando, con falta de una ilusión que empezaba a estar erosionada. Mientras
el bullicio era absoluto, ahí estaba Alberto para echar leña al fuego; cuando
pasaron los meses y llegaron las horas bajas, ahí estuvimos los
incondicionales, los de la entrega sin límite.
Y Alberto era uno de ellos,
porque no sólo estuvo en los momentos de posible lucro erótico-afectivo.
También formaba parte de la infraestructura incombustible, de dar la cara en
los momentos difíciles: el diálogo con los estamentos universitarios, por
ejemplo, o de comunicados a la prensa. Convocar movilizaciones era algo a la
orden del día, para eso había que tener capacidad de convocatoria y arengar al
colectivo estudiantil, que de por sí estaba ya motivado. Pero dar la orden en
el momento justo, planificar y valorar… eran tareas que por sí solas ya estaban
reservadas a una élite. A la cabeza de la misma estaba Alberto. Era
especialista en quitarle importancia a los obstáculos, contagiar entusiasmo y
convicción en la propia capacidad. No es que la masa le siguiera ciegamente, es
que la gente se percataba de que sólo continuar hacia adelante, a su lado.
Durante aquellos días tuvo lugar la RGU (Reunión General de Universidades), que
agrupaba fuerzas provenientes de toda España. Y se celebraba en Salamanca:
organizar aquel encuentro lógicamente era una tarea infinita, pero ahí
estábamos. Ahí estaba Alberto como referente, siempre que se le necesitara:
acudir a él era como consultar dudas con un guía.
Fueron meses de trabajo sin
descanso, sólo momentos de asueto… pero con la cabeza siempre maquinando.
Mientras la Facultad estuvo ocupada, no fue algo meramente pasivo; se organizó
una “Facultad alternativa”, que incluía clases y conferencias, pero fuera de
los casposos cauces heredados: sólo sangre nueva, entre la que se incluyeron
profesores y catedráticos voluntariamente, para colaborar en lo que era una
fuerza emergente, con la energía capaz de terminar con un fósil. En todo este
entorno, acompañando a semejante panorama pleno de ilusión, siempre estaba
Alberto. Pero a medida que iba pasando el tiempo, el conjunto de gente que
trabajaba por el futuro de aquella movilización iba disminuyendo. Esto no nos
hacía desfallecer, porque cualquiera que conozca mínimamente el funcionamiento
de los grupos humanos, sabe que es así.
En febrero del 87 se suspendieron las
clases “sine die”, que ya no se reanudaron hasta octubre, cuando empezó el
curso siguiente. Hasta el verano aquello fue un laboratorio en el que podía
estudiarse toda la antropología posible. Cinco meses de encierro dan para
mucho; el verano terminó con aquel sueño, porque la mayoría de la gente era de
fuera y en esa época volvió a su terruño. Nos quedó el orgullo de no haber
desfallecido, de jalonar aquel año con unos referentes atemporales que deberían
ser la envidia de cualquiera con ganas de cambiar el mundo. Y allí estaba
Alberto, en un “mayo del 68” redivivo pero 20 años después, el tiempo que se
tardó en importarlo desde Francia.
Actualmente Alberto es profesor en la
Universidad, se le puede encontrar en directorios informáticos de los que nos
regala una red que en aquel tiempo no existía ni en sueños. Desde la ventana de
su Departamento en la Facultad de ahora, seguramente mirará hacia las calles
actuales, pensando sin duda en lo resignada que se ha vuelto una sociedad
complaciente y domesticada.
En fin, quienes compartimos su suerte no podemos
arrepentirnos de nada de lo hecho: si acaso de lo que no hicieron otros cuando
debieron, para que el panorama actual no fuera tan desolador.
Fragmento de "Malas memorias", en preparación.
miércoles, 2 de abril de 2014
SUBNORMALES DE ÚLTIMA GENERACIÓN
Les
dicen: sois la generación mejor preparada de la Historia de la Humanidad. Ellos
se lo creen, claro, porque es grato escuchar palabras que te adulen que te
regalen el oído. Ellos se creen la cúspide de la pirámide, que su imaginación
rellena de ego. “Sólo hay un pequeño problema”, les dicen. “Es que no podéis
trabajar por lo que os merecéis (las circunstancias son ingratas, mala suerte)
y tendréis que arrastraros por una limosna, como los mendigos de la Edad Media”.
Claro, como han creído la primera parte y les gusta pensar que sea cierta, no
pueden dejar de creer la segunda aunque quieran (es corolario de la primera) y
transigen con el mercado esclavista, del que son la carnaza. Ya se han ocupado
antes de aleccionarles muy bien sobre cómo hay que creer a los que dicen que
uno es el mejor del mundo. Así viven, con los oídos llenos y el estómago vacío;
de audiovisuales repletos y el cerebro desamueblado. Sólo que el argumento es
falaz desde el inicio, porque si fueran los mejor preparados, su educación también
incluiría la manera de optimizar el rendimiento de sus esfuerzos; es de
imaginar que los mejor preparados de la Historia de la Humanidad no tengan que
depender de pelagatos ignorantes repletos de dinero conseguido exprimiendo a
los humanos. Es de imaginar que el individuo pleno, completo, casi perfecto, no
tenga que esperar la misericordia y la benevolencia de quienes (aunque ricos)
no saben hacer la O con un canuto. Es de sospechar que tras todo este discurso
se apelotonen los mismos intereses de siempre, que ahora de manera más sutil y
con engaños psicológicos vienen a sustituir las famosas cuentas de colores.
Resulta,
como mínimo, sospechosa la inacción de todo este colectivo de genios que
cotidianamente nos cruzamos por la calle. Pero al fin, quienes han inventado
toda esta argumentación incontestable… no son tan imbéciles como nos gustaría,
porque –ellos sí- optimizan lo que saben para disfrazar esta nueva esclavitud
con disfraces de solidaridad, de valores muy humanos que tienen que resignarse
a un devenir histórico que –aunque no hayan provocado- deben resignarse a contemplar como horizonte.
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lunes, 24 de marzo de 2014
JAMÁS
"Jamás hombre tan preparado para el placer
fue hacia el dolor más derecho.
Jamás nadie cayó con fama de vencedor
tan deshecho."
Manuel Machado sobre Alejandro Sawa
fue hacia el dolor más derecho.
Jamás nadie cayó con fama de vencedor
tan deshecho."
Manuel Machado sobre Alejandro Sawa
lunes, 17 de marzo de 2014
OJALÁ TE MATEN
Te
digo, sincero como una puerta: ojalá te maten. Ojalá algún día seas tan
importante para alguien, que ponga en riesgo su futuro por tu causa. Desde ahí,
desde el futuro, cualquier día vendrá alguien y me dirá: vengo a matarte, para
evitar lo que tu presencia significará para el mundo con el tiempo. ¿Acaso no
es eso ser el centro del Universo? ¿Cómo sería un futuro sin mí, sin ti?
Con
mi bendición deseo que no mueras en el lecho como un mediocre, que te asalte la
muerte por el camino igual que lo hace con el viajante el bandolero, dando así
sentido a su miedo. Que sea la pasión el sol de tu universo, porque ese
destello negativo vendrá a compensar un infinito positivo previo o al menos
alternativo.
lunes, 10 de marzo de 2014
APERITIVO
La
argumentación parecía impecable: filosofía y fealdad eran sinónimos; caso contrario,
alguien que no es feo no se dedicaría al intelecto, sino al cuerpo. Con
semejante desparpajo, la falacia dividía al mundo en dos grupos
irreconciliables: el de los feos/intelectuales y el de los
guapos/superficiales. Aquello nos impregnaba ciertamente de un malditismo que
resultaba en ocasiones más atractivo que la belleza misma, nos relegaba al
papel de protestones porque en la lotería de las caras no nos había tocado ni
la pedrea. Pero la base del razonamiento era evidentemente falsa, porque partía
de la imposibilidad de compaginar en una persona belleza y sabiduría, por
ejemplo. Condenaba a los guapos a la ignorancia, igual que a los feos les
relegaba a las bibliotecas. Sin embargo, no se negaba la evidencia de que había
individuos que compaginaban facetas enfrentadas: se les trataba como
excepciones y por tanto no sólo dignos de compasión por ser una especie de
“enfermos”, también como demostración de la veracidad del argumento.
Un
poco como respuesta a semejante superficialidad, el título de mi tesina iba por
ahí: el reducto que va más allá de la materia, la sensibilidad superando lo
inmediato. Al fin, ¿quién se preocupa de la belleza aleatoria, sino aquella
persona que no tiene más elementos importantes en su vida? No es que la belleza
no importe, sino que es secundaria: en otras palabras, la belleza no es
meramente física, sino que se refiere a un concepto más englobante, casi total:
lejos de pasarelas y vacuidades.
En
todo caso, resulta fácil solidarizarse con los pobres siendo uno de ellos… no
así cuando uno es rico (lo primero que hacen los ricos es rechazarle por
diferente). Nosotros, en cambio, tratábamos a los guapos como si fueran
personas: normales antes que guapos, a veces incluso obviando la belleza para
que no se sintieran excesivamente incómodos.
Fragmento de un libro de memorias en preparación, inédito.
miércoles, 5 de marzo de 2014
El "ius jocandi"
El "ius
jocandi", derecho inalienable a descojonarse de la ley, sus acólitos y
todos aquellos que se creen vencedores. Lo serán en su mundo, pero no en el mío
ni en todos los mundos (im)posibles.
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