lunes, 29 de diciembre de 2014

GENIO (Malas memorias) 143 MP

Pretendía ser una cafetería de parejitas y a veces lo conseguía. Con esa rentabilidad empresarial escasa pero habitual que otorga una clientela tan fiel como celosa de su intimidad y escasa de recursos.
Mesitas de mimbre y cristal, juegos de mesa, música tranquila y camarero amable. Lo justo para dejar desfilar las horas a su ritmo, a su antojo: entre arrumacos. Barra de madera con tejadillo, pantalla grande de televisión (aunque no gigante) y ambiente acogedor. Éstos eran los valores con los que contaba el Genio.
Pero su localización y ambiente lo hacían receptivo también para otro tipo de público menos estandarizado y también menos previsible. Por comodidad, costumbre o casualidad, allá por el ’83 se empezó a convertir en un sitio propicio para lo que ahora se denomina quedadas[1].
Quizá por amable y neutro, el Genio resultaba un terreno idóneo para el inicio de una relación de las denominadas cita a ciegas. Por entonces, sin internet ni móviles, eran casi patrimonio exclusivo de la radioafición: y si era pirata, mejor.
Además el Genio contaba con la característica de estar cerca de la casa de Jesús Onza. Así que éste lo utilizaba para intentar llevar a cabo sus tácticas envolventes (supuestamente exitosas) con las que conseguir ligarse a alguna churri de vez en cuando. Muy a su pesar la realidad[2] se empeñaba en que el Genio fuera lugar de charla con los amigos y a la vez testigo de sus frustraciones donjuanescas.
El Genio estaba también cerca de los sucesivos domicilios de Seco Moco. Esto a la larga acabó convirtiendo al lugar en una especie de cuartel general en el que planificar actividades y estrategias de radiopitas solteros, así como hacer mesas redondas ante el café.
Alguna que otra vez nos vio tomando copas, pero excepcionalmente. Entre sus mesas conocimos a Remedios Pirata, una guapa estudiante de psicología que pretendía hacernos creer que sus vitaminas y los comprimidos de levadura de cerveza eran anfetaminas… Imagino que el entorno era propicio y mis escasos 20 años lo pedían a gritos. Pero aquellas píldoras resultaron en realidad ser ruedas de molino con las que jamás llegué a comulgar.
En ocasiones el Genio era coquetón y acogedor. Comprensivo con ese tiempo que pasa sin quedarse y que termina siendo la mayor parte de la vida. Generalmente se ponía así de tontorrón en otoño, cuando la melancolía inunda las calles maracandesas. Pero el verano era diferente: puertas abiertas, corazones deseando arder, aventuras de todo tipo esperando en cualquier canal de la emisora de radio[3], en cualquier esquina.
Lo cierto es que con todo y con eso, el Genio era un lugar al que yo iba extemporáneamente, pero con cierta convicción. Uno de esos bares en los que cuando uno está, tiene la sensación de haber estado siempre. Al contrario de esos otros en los que uno siente estar por casualidad y poco rato, con la sensación de no volver nunca.
Nunca fui un habitual del Genio, que era más el territorio de Seco Moco y Jesús Onza. El lugar al que llevaban a sus posibles víctimas. Su tela de araña para intentar el lucro sexual al que eran tan proclives. El primero con mayor éxito, sin duda. En todo caso jamás presencié el ritual. Para mí el Genio, aunque oliera a feromonas, sólo fue un lugar de aprendizaje humano. Más antropológico que erótico. Bien es cierto que saqué provecho de presenciar lecciones ajenas… como si un genio hubiera salido de la lámpara para enseñármelas.



[1] Encuentros en vertical (físicamente, según el argot) de los radioaficionados cuando éstos pasaban de las ondas al mundo real.
[2] Tozuda desde su interesado punto de vista.
[3] El ladrillo.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Etimología patafísica del estornudo

No sabría deciros de dónde proviene o procede mi grito cavernícola, ése que aflora en los estornudos. Quizá sea simplemente una reivindicación ancestral de la especie, que me utiliza como vehículo para plasmar su identidad o sus exigencias ininteligibles, viscerales. O puede que se trate de la protesta de mi inconsciente, vehiculada en un espasmo para no tener que seguir los cauces políticamente correctos.

Lo cierto es que me arrastra el cuerpo hacia un territorio indefinido, provisional y fungible: el instante del estornudo. Durante una milésima de segundo, toda la maquinaria de mi cuerpo se pone al servicio de un objetivo, más allá de mi voluntad: superándola o contradiciéndola, no sabría decirlo con exactitud. Entonces se produce el clímax, el orgasmo del aparato respiratorio echando fuera de sí aquello que por alguna razón (probablemente fisiológica) resulta incompatible con la supervivencia pacífica.

Podría luchar contra ello, es cierto, ahogar con voluntad el gritito espasmódico que acompaña al estallido. Pero así, ¿no estaría reprimiendo una parte de mí que –aun siendo inconsciente- me constituye? Quizá si lo hiciera incurriría en la contradicción de pretender luchar contra la naturaleza de mis actos más animales; pero ¿acaso no es eso la convivencia misma? ¿Acaso no luchamos contra nosotros mismos, cada uno en su individualidad, para poder compartir el mundo más allá de deseos y apetencias?

Puede que sí, que en el fondo de toda la comedia humana del respeto hacia los demás y uno mismo, de toda la representación cotidiana que nos permite rodearnos de semejantes… lata la misma verdad que tras un estornudo, con lo que esto tiene de simbólico.


Puede que tras este inmenso decorado que es la sociedad, sólo haya una verdad de alergias, de incompatibilidades radicales negándose su propia esencia. Pero entonces, ¿qué haré mañana? Seguir estornudando como una bestia, solución vana…

martes, 25 de noviembre de 2014

BARRAS (Malas memorias) 268 MP

Una mano biónica que arañando la superficie imaginaria del papel daba como resultado un código de barras. Bajo el dibujo, una leyenda: “El zarpazo final. Barras”. Junto a esto, la dirección en la zona de marcha.
Fue allá por el ’84 cuando este cartel invadió las calles maracandesas: para anunciar un bar recién abierto en lo que con el tiempo resultaría ser la zona más emblemática de la noche de Samarcanda. El cartel lo había diseñado Valentín Hermano junto con su colaborador de entonces: Alejandro Uniformólogo, quien tenía la cabeza llena de batallitas de soldados de plomo. La tarea de empapelar la ciudad con dichos carteles fue mía, en colaboración con alguien más que no recuerdo. Por este motivo acabé aprendiéndome de memoria el lema, el logo y el todo por el todo.
Parecía que aquélla iba a ser la tarea que de forma irónica me tenía reservada la vida laboral, porque de la época también fue la aventura de los carteles sobre la Feria del libro y alguna que otra aventura de pegadeces… con lo que esto suponía para alterar el ritmo cardiaco: buscar lugares si no adecuados, al menos no estridentes y esquivar las patrullas de la Policía, prestas a recaudar a golpe de multa. Lo cierto es que todo ello hacía de la actividad algo si no atractivo, al menos clandestino… con lo que esto tiene de aventura.
El Barras en cuestión era un bar más o menos agradable, con buena música y marcha en cantidad. Resultaba algo oscuro, pero esto le daba si cabe un mayor atractivo de cara a la clientela. Como negocio era boyante, sin duda: la afluencia de público lo delataba. Un sótano acondicionado como pista de baile, casi como una discoteca, le otorgaba un pedigree y una personalidad que resultaban elementos magnéticos, en la penumbra de unas noches que eran más promesa que amenaza.
Sin embargo, algo no encajaba en el conjunto: hecha la campaña publicitaria, pegados los carteles, incrementado el volumen de afluencia. Pero el dueño del cotarro se resistía a soltar la gallina, pagar los servicios prestados. Se escaqueaba. Estas cosas ocurren cuando se trabaja por cauces alternativos al comercial ortodoxo establecido. No hay contratos y todo eso…

Al final pagó… a regañadientes, pero lo hizo. Después se supo el motivo del pretendido escaqueo: el amigo estaba metido hasta las cejas en el cutre y manido mundillo de la farlopa, que se llevaba todos los beneficios del negocio. Por tanto, debido a una de esas ironías que tiene la realidad más o menos heterodoxa, el Barras acabó sucumbiendo a su propio zarpazo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

El negocio del arte

Hacer del arte un negocio significa no haber entendido nada…

Podéis ser ricos, sin duda, pero artísticamente sois analfabetos: vuestra mente está cerrada a la comprensión de la vida atormentada. ¿Cuántos artistas fueron ricos en vida? ¿Y para qué les sirvió serlo después de muertos (si es el caso)? Simplemente para ver prostituida su obra, lejos del mundo de la comunicación, lejos del alma…

Alrededor del arte se mueven inmensos mundos de economía desvencijada, pretendidamente culta: pero no lo hacen dentro del arte mismo, son satélites. El arte, cuando deviene negocio, se volatiliza, desaparece… aunque siga ahí la materia.

Es una especie de “don de Midas” invertido: todo lo que toca el negocio, se convierte en lo contrario del arte. ¿Y qué es lo contrario del arte? Difícil definirlo, si no es por oposición: más sencillo, infinitamente más, definir lo que sea el arte (no seré yo quien lo haga: definirlo es convertirlo en negocio… de lenguaje).

Pues bien, todo lo que quede fuera de la definición, resulta despreciable por irrelevante, por lejano al alma; porque hay algo indiscutible: quien antepone el negocio al arte es un desalmado.




lunes, 10 de noviembre de 2014

Así es la vida...

Al llegar a determinada edad... a ella le sigue gustando gustar.

En cambio él ya ha renunciado -por desidia o lo que sea- y sólo quiere que le gusten. ¿Cómo decirlo? Ser gustado, quizá sea casi exacto; revolcándose en la impotencia tan bien conocida por ella. Él, resentido, piensa que es obra suya (de ella) y la desprecia (a ella).

Se va con sus amigotes, tan impotentes como él: no en lo sexual, pero sí en lo humano.

Quiere ser animal, casi una zorra que desprecia las frutas apetitosas, jugosas, mintiéndose que están verdes.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

ICONOCLASTEANDO

Mi vecina adolescente no es una persona, sino un concepto con tetitas que se cruza conmigo por las escaleras y piensa que soy un señor, sin imaginar mi verdadera personalidad... la del mayor pervertido de toda la Humanidad (si no el peor, que no oso, al menos el más complejo).

lunes, 20 de octubre de 2014

Fragmento de mis futuras memorias

La argumentación parecía impecable: filosofía y fealdad eran sinónimos; caso contrario, alguien que no es feo no se dedicaría al intelecto, sino al cuerpo.

Con semejante desparpajo, la falacia dividía al mundo en dos grupos irreconciliables: el de los feos/intelectuales y el de los guapos/superficiales. Aquello nos impregnaba ciertamente de un malditismo que resultaba en ocasiones más atractivo que la belleza misma, nos relegaba al papel de protestones porque en la lotería de las caras no nos había tocado ni la pedrea. 

Pero la base del razonamiento era evidentemente falsa, porque partía de la imposibilidad de compaginar en una persona belleza y sabiduría, por ejemplo. Condenaba a los guapos a la ignorancia, igual que a los feos les relegaba a las bibliotecas. Sin embargo, no se negaba la evidencia de que había individuos que compaginaban facetas enfrentadas: se les trataba como excepciones y por tanto no sólo dignos de compasión por ser una especie de “enfermos”, también como demostración de la veracidad del argumento.

Un poco como respuesta a semejante superficialidad, el título de mi tesina iba por ahí: el reducto que va más allá de la materia, la sensibilidad superando lo inmediato. Al fin, ¿quién se preocupa de la belleza aleatoria, sino aquella persona que no tiene más elementos importantes en su vida? No es que la belleza no importe, sino que es secundaria: en otras palabras, la belleza no es meramente física, sino que se refiere a un concepto más englobante, casi total: lejos de pasarelas y vacuidades.

En todo caso, resulta fácil solidarizarse con los pobres siendo uno de ellos… no así cuando uno es rico (lo primero que hacen los ricos es rechazarle por diferente). Nosotros, en cambio, tratábamos a los guapos como si fueran personas: normales antes que guapos, a veces incluso obviando la belleza para que no se sintieran excesivamente incómodos.


viernes, 17 de octubre de 2014

Tú dirás...

Ahora me voy un rato, de viaje al pasado… en fin, eso son unas memorias ¿no? Un viaje en el tiempo, pero al abrigo del presente: un recorrido por paisajes que alguna vez no nos resultaron ajenos. Salgo pero no huyo, mi cuartel general es éste: los episodios contables sólo escaramuzas en la batalla de la vida. Las cosas como pudieron ser y no fueron; o mejor: como no pudieron ser. Hipótesis de especulaciones, pasados posibles, imposibles… deseos consumidos, no consumados; actos fallidos y actos follados. Juegos de palabras y palabra de juego. Armonías ajenas pendientes como telarañas ¿a quién le interesan ya, si no es como materia de entretenimiento para una tarde de invierno, junto a la mesa camilla?

viernes, 3 de octubre de 2014

LITERATURA FICCIÓN

Pagar por leer dejará de ser esa fórmula ancestral que conocemos desde la Revolución Industrial y sus coletazos de derechos de autor.

La difusión del saber se convertirá, gracias a Internet, en el corolario de algo tan elemental como la biblioteca de Alejandría; se comprenderá así, por fin, que todo el proceso intermedio era tan prescindible como deleznable: poner el conjunto de la sabiduría al servicio de la mentalidad empresarial (tan primaria como pacata).

Así, los libros –además de ser infinitamente diferentes, como los conocemos en la actualidad– se pagarán después de haberlos leído y sólo si el lector considera que el autor merece ser subvencionado con su micro-crédito (que no limosna); el dinero será tan sólo una forma de traducir (a un lenguaje universalmente entendible) el refuerzo positivo, la admiración, el coraje y la calidad del autor, quien –en todo caso– seguirá escribiendo aunque no pague nadie.

Pagar por leer se convertirá en algo gratificante para quien lo hace, pero también en una obligación moral para quien recibe el pago: seguir adelante, en la misma línea, profundizando. Y si alguien lee y no puede pagar por falta de recursos, resultará indiferente: la obra ya habrá cumplido su misión comunicativa, dejando a la transacción financiera en el segundo plano que le corresponde.

Con semejante filtro –tan natural como justo– abandonaremos ese acto de fe que significa (a día de hoy) comprar un libro: pagar por adelantado algo que no sabemos si nos gustará, estará rancio o caducado… Esta concepción actual trasluce un complejo de inferioridad de los autores, el temor a no ser reconocidos por el público: ni más ni menos que una crisis de vocación, de autoconfianza y también de confianza en la propia calidad… disfrazada de forma capitalista. Eso sin entrar a valorar los débitos en que se incurre al obrar de esta manera: clientelismo, favores debidos, lameculismos en general…

Algún día nos parecerá demencial e inconcebible lo que hasta hoy nos ha parecido de lo más normal, mediatizados como estamos por una mentalidad adocenada que nos dicta (de “dictadura”) las maneras de pensar y apreciar todo cuanto se refiere al mundo del arte en general y de la literatura en particular.

Entonces la obra se valorará sólo por sí misma, lejos de los mercados y los ortodoxos juicios de críticos que viven gracias a sueldos amasados en la trastienda de la conciencia: mezquinos, pero con el disfraz del arte (que por definición y por fortuna, siempre ha estado más allá de semejantes manoseos).


Ese día sabremos que finalmente ha cambiado el paradigma desde el que evaluamos una obra, privándose del lastre de las inconscientes deudas intelectuales y las pacatas autojustificaciones. Entonces –aunque los ricos no quieran- el arte será gratis y revolucionario; para eso se necesita también un cambio de mentalidad, una educación en valores lejanos del tintineo. La coincidencia de ambos cambios no sólo será definitiva: además, tendrá un imposible retroceso.


sábado, 27 de septiembre de 2014

AZIMUT Y PARALAJE

Instrucciones aparentemente verdaderas para disfrutar de la visión de coños en lugares no nudistas; advertencia para que las no-conscientemente-exhibicionistas corrijan sus actitudes (si quieren).

El punto de partida fundamental para el mirón será la elección adecuada del lugar de observación: a tal efecto, lo más indicado es situarse tras la cabeza de la nínfula elegida, consiguiendo con ello un lugar doblemente privilegiado (por no poder ser descubierto por ella y porque le permitirá una óptima observación). Ella estará tumbada sobre una toalla, sobre la arena o sobre una tumbona: en cualquiera de los casos, nuestro mirón se colocará en el enclave indicado, pero además de manera elevada (lo que sin duda le facilitará la observación): una tumbona tiene la altura ideal, con toda certeza.

Una vez dispuesto a la cacería visual, se acomodará en su atalaya sin despertar sospechas, haciendo gestos y ademanes mesurados (aunque no exceso, que pondrían sobre aviso al entorno). Para elegir el lugar más perfecto de los posibles, nuestro protagonista dedicará un buen rato a aplicarse bronceador pausadamente… pues con ello puede sin duda matizar su posición hasta el extremo, pudiendo alcanzar la perfección en la perspectiva (si se esmera). Con las gafas de sol tendremos ya el complemento idóneo para el disfraz; colocado boca arriba sobre su tumbona, el mirón tendrá en el centro de su campo visual (como al descuido, como por casualidad, como si no fuera importante) el cuerpo elegido para la ocasión. Así, mejor que cualquier lectura, realidad virtual o imaginación a su alcance, nuestro mirón tendrá a su disposición una especie de “canal Gran Hermano” a tiempo completo, desde el que poder ir degustando todos los matices del bronceado ajeno. Disfrutará sin duda de cada episodio de la escaramuza por minucioso que sea; pero además –con la debida paciencia- llegará tarde o temprano ese mágico instante en el que ella, boca arriba, elevará la cinta superior de la parte triangular de su bikini: no se sabe muy bien si esto obedece a un ademán presumido, a un afán de perfección, a una duda sobre el funcionamiento cósmico (quizá más bien necesidad de ventilación o efecto mariposa) o simplemente se trata de un mero gesto de displicencia. En ese instante eterno, durante esa milésima de elevación de la cinta… se hará visible para nuestro mirón el interior del valle delimitado por las dos crestas ilíacas, esa depresión en la que reside el mayor volcán del organismo humano. Bajo la carpa colorida de ese instante, asomará el pigmento del cabello crespo y coloreado… o bien el brillo lampiño fruto del tesón humano; en ambos casos, el instante eternizará la materia en la memoria de nuestro protagonista. Lo demás lo hará ya el recuerdo, modificando la realidad a su antojo… El instante ya será eterno; ella jamás tendrá conciencia de exhibicionismo alguno, sólo de perfeccionismo o de coquetería.

En la antigüedad, tanto los sabios como el común de los mortales pensaban que el cielo era una cúpula a la que estaban adheridas las estrellas, colgantes; desconocían la inmensa distancia que separaba su visión de ellas y por tanto también que al desplazarse en la tierra no se alteraba la distancia entre ellas.


Una mirada, un sexo, una intención, un deseo… ¡qué distancia tan relativa!

sábado, 13 de septiembre de 2014

El submundo de las ideas

¡Cuántas veces llega la inspiración en circunstancias adversas! Por cualquier motivo, imposible anotarlas; entonces nos empeñamos en memorizar para después... y entonces surgen en tropel, fluyen más ideas, como aprovechando que se ha levantado la veda. Queremos recordarlas todas, pero alguna siempre se escapa, huye hacia el éter o la vida; es lo que yo llamo "ideas que se ahogan en la ducha", infinitas porque las agiganta la desmemoria. Muchas veces prescindibles, pero otras: se las queda el genio que llevamos dentro. El inconsciente individual.


sábado, 30 de agosto de 2014

Una reflexión (pequeña)

La posesión sexual no es algo físico, sino intelectual. La prueba está en su pretensión de trascender la materia, prolongarse más allá del dominio de un cuerpo, para erigirse en figura social (matrimonio) como declaración pactada de status respectivos: ya lo dijo Foucault. Por todo ello, no puede pretenderse una posesión sexual sin proyección de propiedad vital, salvo que podamos llegar a concienciar de una libertad inimaginable a día de hoy. Es el miedo a la libertad de Fromm en su versión sexual.


jueves, 14 de agosto de 2014

NO-BESO

A veces un no-beso resulta una declaración de amor, una demostración pública de que te importa besar a la otra persona; de que te niegas a seguir el protocolo si va a quedarse sólo en eso. Y trasciende precisamente por no haber sucedido. Es el beso-recuerdo que se mece en el vacío de mil tardes lluviosas entre posibilidades que nunca fueron; que vienen para arroparnos en esa soledad primordial, estremecida, de la lluvia sobre el alma.



lunes, 28 de julio de 2014

JOAQUÍN MACHO (Malas memorias) 411 MP

En dos palabras, Joaquín MACHO era un cachondo mental. La típica persona que le quita hierro a cualquier acontecimiento hasta desnudarlo y presentarlo como lo que en el fondo es: una tontería.
Las casualidades de mi existencia saharaui quisieron que Joaquín MACHO y yo entrásemos en contacto. Entre otras cosas porque[1] durante un tiempo estuvimos compartiendo mesa cotidianamente. Ambos pertenecíamos a aquella Sociedad gastronómica que se formó casi espontáneamente, para hacer frente al aburrimiento cotidiano y proverbial que rezuma Kagan a la hora de comer.
Durante esos ágapes descubrí uno de los secretos de Joaquín MACHO para conseguir felicidad a los postres. La cosa era sencilla. Tras la comida y el café, un sobrecito de Almax para prevenir los ardores… que traería la irrenunciable copa de brandy. Yo le preguntaba: “¿Has probado a suprimir las dos cosas, sobrecito y copa? Quizá la cosa vaya mejor…” “¡Ni hablar! Sin coñac no me quedo”.
Las sobremesas por fortuna garantizaban al cantautor que Joaquín MACHO llevaba dentro. La sobremesa era nuestra.
Esto nos da una idea aproximada del carácter de Joaquín MACHO. Si añado que además de biólogo tenía una estética posthippie o semigrunge… que era ojisaltón, risueño y entrañable… Sólo me queda por decir que para conducir su Peugeot 505 reclinaba tanto el asiento que conducía tumbado.
Ni siquiera es necesario mencionar que al compartir piso también compartimos grandes momentos juntos. Inolvidables y cálidos. De ésos que sólo puede comprender quien alguna vez ha compartido piso con buena gente.
Al poco tiempo Joaquín MACHO tuvo que marcharse por imperativos laborales, aunque me buscó relevo para compartir el piso. Así fue como conocí a Marielo SOPA. Poco tiempo después Joaquín MACHO se casó y tuvo la deferencia de invitarme a su boda[2]. Eso sí: a través de Marielo SOPA le hice llegar mi regalo. Una berenjena natural[3].
A lo que sí asistí fue a la versión alternativa y hippiosa del banquete, como despedida de soltero… Algo informal, que consistió en una convivencia de fin de semana en un albergue. Copas, charlas y experiencias de lo más amistoso.
Después le perdí la pista… Supongo que era su pretensión, apartarse del mundanal ruido. Hace poco, navegando desde mi despacho, descubrí su rastro en Internet. Compagina su carácter de biólogo con la afición de poeta. Aunque de difícil acceso desde nuestra pacata dimensión, en el alma de Joaquín MACHO siempre latió un poeta. Por eso ya en tiempos de la Sociedad gastronómica cantaba mientras, durante la sobremesa, nos regalaba el sonido de su guitarra.



[1] Aparte de ser mi compañero de piso.
[2] Gesto al que yo no correspondí con mi asistencia. Por aquellos tiempos me negaba a colaborar en semejante pantomima social por una cuestión de principios. Pero genéricamente… nada personal.
[3] Salida de tono que me impidió llegar a conocer a la que sería su mujer: Mireia, a quien la sabiduría popular y maledicente apodaba “la guarra”.

miércoles, 11 de junio de 2014

TEORÍA DE LOS 50 AMIGOS (Y 2 FAMILIARES)

Hay quien opina que la vida es difícil. Puede que sea cierto en su caso, como en otros muchos.

Para solventar semejante contratiempo, propongo una alternativa al concepto tradicional de vida. No sirve para todo el mundo, por supuesto; es más, si todo el mundo acabara poniéndola en práctica, desaparecería. Es imprescindible que sea minoritaria… por otra parte, la condición humana hace que lo sea realmente.

Para llevar a cabo este proyecto, para plantearse uno la vida de esta manera, son necesarios una serie de requisitos.

El plan de vida es sencillo: tener 50 amigos que quieran, puedan y sepan dejarle vivir a uno una semana al año en su casa, como invitado.

Quedan un par de semanas para compartir con los seres más entrañables de la familia, como puedan ser hermanos o progenitores.

Para conseguir que la empresa se lleve a cabo con éxito, se requiere que –por parte de la persona decidida a vivir de esta manera- se cumplan los siguientes requisitos:

  1. No tener pareja ni adquirirla. Individualidad absoluta.
  2. Huir de las posesiones materiales. Sólo lo puesto y una maleta.
  3. Apertura mental hacia todas las formas de vida posibles.
  4. Respeto absoluto: creencias, raza, aficiones, deseos… hay que abandonar la idea de que uno es el mejor.
  5. Tolerancia de todo tipo de horarios, de costumbres, de dieta, de ideas…
  6. No envidiar nada de lo que puedan tener los anfitriones: ni material ni espiritual.
  7. Ser todo-terreno: bricolaje, cocina, informática y compra son temas básicos en los que el invitado debe aportar algo.
  8. Disposición a colaborar para todo y en todo momento. Lo último que debe llegar a pensar el anfitrión es que el invitado es un estorbo, una pesadez o una carga.
  9. Vivir el momento, carpe diem. No conformarse, sino adaptarse. La máxima debe ser: yo quiero lo que tú quieras.
  10. No hay futuro ni pasado. Tener siempre presente que la próxima semana todo habrá cambiado absolutamente
Desde el punto de vista del invitado, la idea está clara: vivo donde estoy, tengo lo puesto y no tengo nada que perder (no tengo nada) ni que ganar (lo tengo todo).

Pero el planteamiento del tema no tiene que ser sólo egoísta; también debe basarse en la empatía: personalizar la estancia en cada casa para hacer de ella algo único, irrepetible, inolvidable. Adaptarse a los gustos, preferencias y necesidades del anfitrión (a tal efecto, sería deseable elegir muy bien a los amigos, basándose sobre todo en la afinidad para una hipotética convivencia).
Téngase en cuenta que por lo general, lo que convierte la convivencia en una tortura es: por una parte, la tendencia del individuo a hacer más hincapié en la diferencia que en la semejanza; por otra parte, lo indefinido de la duración temporal de la convivencia. En nuestro caso, al estar limitada a una semana, desaparece esto último, además de facilitarnos la forma de atacar lo primero: la actitud del invitado hacia el anfitrión debe ser lo más semejante posible a la que tiene el visitante con el cicerone.

Interesarse por las costumbres ajenas y sus motivaciones, buscar las facetas positivas de las mismas, obviando lo negativo salvo para ayudar a mejorarlo. El invitado es un colaborador.

En la mayor parte de los casos es recomendable silenciar la condición de “invitado profesional”, dando a entender siempre la singularidad y unicidad del anfitrión (nunca se debe sentir equiparado a otros; lo más probable es que en este sentido se vería ninguneado), la gran persona que es y lo excepcional de su trato; pero no humillarse para ello, pues sería contraproducente: algo natural.

No comentar jamás el hecho de que uno carece de domicilio, que no tiene casa, que vive en 50 casas que no son suyas: esto haría disminuir la autoestima del anfitrión hasta llegar (en el peor de los casos) a sentirse utilizado y romper el vínculo de amistad, por considerar al invitado como un interesado (gorrón o aprovechado) cuando no es cierto: si viene a su domicilio y su vida, es primero por amistad y segundo para aportar algo bueno a la vida del anfitrión. Esto es y ha de ser indiscutible.

Como ejercicio de empatía, podemos formular ahora el decálogo de deseos que late en cualquier anfitrión con respecto a un invitado; no hay que perderlo jamás de vista.

Si yo invitase a alguien a mi casa durante una semana, ¿qué me gustaría que hiciera?

  1. Ser amable, pero no pesado. Dar conversación amena, divertida, enriquecedora… pero no pesada ni excesiva.
  2. Que sus costumbres no interfieran ni alteren las mías, que no me alteren el ritmo normal de vida.
  3. Colaboración en todas las tareas: domésticas, mecánicas…
  4. Sugerir y/u organizar alguna fiesta, acampada, acontecimiento extraordinario en general.
  5. Que no sea plasta de ninguna de las infinitas formas posibles.
  6. Su presencia tiene que aportar algo positivo, romper la monotonía e instalar una dinámica extraordinaria.
  7. Ideas para mejorar cualquier aspecto siempre serán bienvenidas.
  8. Disposición y tolerancia hacia cualquier aspecto de la vida tal y como yo la conozco.
  9. La presencia del invitado tiene que ser como un ramo de flores en la casa: invisible si no quiero fijarme en él, pero refrescante y alegre si le presto atención.
  10. El invitado es un puente levadizo que comunica mi castillo con el mundo exterior; que no lo pierda en ningún momento de vista.
Cuando haya transcurrido la semana de estancia en casa del anfitrión (fechas acordadas previamente por ambos y nunca más de 7 días), la sensación de éste tiene que ser agridulce; en caso contrario, la experiencia habrá sido un fracaso para ambos. La dulzura proviene de los días compartidos (prestos a convertirse en recuerdo idealizado) y la parte agria, de la necesaria despedida (aduciremos obligaciones ineludibles).


En todo caso, un momento emotivo tiene que ser compartido de forma espontánea en el compromiso adquirido de corazón por ambas partes: repetir al año siguiente; pero sin calendario fijo. Simplemente, ya quedaremos o nos llamaremos. Al marchar la sensación debe ser (para ambas partes) como si no hubiera pasado el tiempo, como si el invitado acabase de llegar ahora mismo: la vida es un soplo.


martes, 10 de junio de 2014

La rueda... de molino

Así es en España el negociete de la cultura. Conoces gente interesante que se caga en tu puta madre.

Es un precio pequeño para salir del hastío en el que viven los ricos.

En general, los artistas se dividen en tres grupos: los comprados, los sobornables y los incondicionales. Entre los primeros y los segundos sólo hay una diferencia temporal: los comprados lo son a tiempo completo, los sobornables… para cuestiones puntuales. Sobre los incondicionales, sólo decir que lamen el culo a cambio de lo que pueda caer; únicamente por las migajas.



jueves, 29 de mayo de 2014

REFLEXIONES DE UN RICO

¡Qué fácil es pedir justicia social cuando uno es pobre! Resulta casi una necesidad, un corolario. Lo difícil es intentar cambiarlo todo desde una posición de privilegio. Las más de las veces tus correligionarios te tildan de traidor, bobalicón o inconsciente; además, harán todo lo posible para inhabilitarte, ningunearte o peyorarte… por si acaso cundiera el ejemplo. Ante todo, corporativismo.

Como un profesor que durante la fiesta se disfrazara para acercarse a los alumnos: a buen seguro, alguno de sus compañeros le reprocharía “rebajarse” al nivel de los alumnos. Esa misma sensación siento yo entre mis compañeros de clase alta cuando expreso mis ideas sobre la justicia social.

“¡Si al menos lo dijera para perpetuar nuestro status!”, son sus afirmaciones egoístas. “Pero no, realmente quiere ser chusma, quiere ser pobre”.


Si actuara al revés, sería tan déspota como sólo puede serlo un “nuevo rico”; tal como lo hago, parece que me acerco más a la figura del “nuevo pobre” antes de haberme arruinado siquiera.


viernes, 2 de mayo de 2014

Otro aperitivo

ALBERTO “DINAMITERO”

Organizador nato, las ganas y las fuerzas se le escapaban por los ojos en todo momento. Desprendía un halo contagioso, el que hacía que todo pareciera posible. Ponía al alcance del corazón cualquier sueño referente a cambios en las cosas que pedían a gritos ser cambiadas.

Y había muchas, la Facultad era un hervidero de proyectos y personas que deseaban llevarlos a cabo por encima de las instituciones. Ciertamente parecía posible, alcanzable. Pero claro, el trabajo era ímprobo. Sólo catalizando voluntades, aunando ilusiones era posible, sería posible llevarlo a cabo. Alberto estaba dispuesto a eso: era un pedagogo vocacional, por eso mismo su paciencia era infinita en las explicaciones; para poner al alcance de su interlocutor todo aquello que fuera necesario, no desfallecía en explicaciones.

Muchas horas dedicadas a eso, al diálogo. Al final de unas jornadas que parecían eternas llegaba el cansancio; pero ni así se presentaba como posible que Alberto se replegara. Porque tras muchas horas de organización y debate, al llegar el momento del descanso… también había esa faceta de amistad, folklore y cercanía que él sabía cultivar. Imagínese la escena: anochecer de un largo día en el interior de la Facultad. La importancia de las tareas ha sido absorbente, reuniones maratonianas, proyectos que exprimen el cerebro, trato humano desgastante… a todo eso hay que añadir lo que es más peregrino: la supervivencia cotidiana para cualquier organismo; hambre, sueño, fatiga, cansancio…

Pero la noche no se presenta como un descanso, porque continúa en el interior de la Facultad: está “ocupada” y también allí se hace noche. Para las horas del descanso llega la camaradería más allá de las diferencias de criterio, arrimar el hombro con la guitarra entre las manos; aunque no se sepa cantar, es indiferente. Resulta más importante dejar patente que somos nuestro propio espectáculo, que no necesitamos televisores ni actores ajenos. Hay personalidades magnéticas y Alberto era una de ellas; esto incluye la capacidad de arrastrar multitudes cuando es necesario o se da la oportunidad, pero también un trato individual seductor si llega el caso.

Y al caer la noche así era. En ese instante cada uno seguía su propia naturaleza, sin dudarlo; había quien se desmelenaba en la música, el deporte, los juegos de mesa, el sexo, la conversación… tiempo no faltaba, más bien lo contrario. Estaban los lugares de reunión, como la sala de alumnos o el recibidor de la Facultad. Pero también había infinidad de aulas esperando para acoger a cualquier grupo para darle cobijo. Aunque el grupo fuera de dos y el cobijo lo llevaran puesto: había una buena cantidad de anécdotas sobre quienes iban buscando un rincón solitario y encontraban que ya estaba ocupado: así les pasó a Blanca y Edorta, por ejemplo, que fueron sorprendidos “en el acto”. Más de una noche se buscaba recolocar cuerpos entre aquella vorágine social que todo lo llenaba. Esto eran los primeros días de encierro, claro, después poco a poco fueron llegando la desmotivación y el desencanto, el repliegue a lo individual: la gente se fue descolgando, con falta de una ilusión que empezaba a estar erosionada. Mientras el bullicio era absoluto, ahí estaba Alberto para echar leña al fuego; cuando pasaron los meses y llegaron las horas bajas, ahí estuvimos los incondicionales, los de la entrega sin límite.

Y Alberto era uno de ellos, porque no sólo estuvo en los momentos de posible lucro erótico-afectivo. También formaba parte de la infraestructura incombustible, de dar la cara en los momentos difíciles: el diálogo con los estamentos universitarios, por ejemplo, o de comunicados a la prensa. Convocar movilizaciones era algo a la orden del día, para eso había que tener capacidad de convocatoria y arengar al colectivo estudiantil, que de por sí estaba ya motivado. Pero dar la orden en el momento justo, planificar y valorar… eran tareas que por sí solas ya estaban reservadas a una élite. A la cabeza de la misma estaba Alberto. Era especialista en quitarle importancia a los obstáculos, contagiar entusiasmo y convicción en la propia capacidad. No es que la masa le siguiera ciegamente, es que la gente se percataba de que sólo continuar hacia adelante, a su lado. Durante aquellos días tuvo lugar la RGU (Reunión General de Universidades), que agrupaba fuerzas provenientes de toda España. Y se celebraba en Salamanca: organizar aquel encuentro lógicamente era una tarea infinita, pero ahí estábamos. Ahí estaba Alberto como referente, siempre que se le necesitara: acudir a él era como consultar dudas con un guía.

Fueron meses de trabajo sin descanso, sólo momentos de asueto… pero con la cabeza siempre maquinando. Mientras la Facultad estuvo ocupada, no fue algo meramente pasivo; se organizó una “Facultad alternativa”, que incluía clases y conferencias, pero fuera de los casposos cauces heredados: sólo sangre nueva, entre la que se incluyeron profesores y catedráticos voluntariamente, para colaborar en lo que era una fuerza emergente, con la energía capaz de terminar con un fósil. En todo este entorno, acompañando a semejante panorama pleno de ilusión, siempre estaba Alberto. Pero a medida que iba pasando el tiempo, el conjunto de gente que trabajaba por el futuro de aquella movilización iba disminuyendo. Esto no nos hacía desfallecer, porque cualquiera que conozca mínimamente el funcionamiento de los grupos humanos, sabe que es así.

En febrero del 87 se suspendieron las clases “sine die”, que ya no se reanudaron hasta octubre, cuando empezó el curso siguiente. Hasta el verano aquello fue un laboratorio en el que podía estudiarse toda la antropología posible. Cinco meses de encierro dan para mucho; el verano terminó con aquel sueño, porque la mayoría de la gente era de fuera y en esa época volvió a su terruño. Nos quedó el orgullo de no haber desfallecido, de jalonar aquel año con unos referentes atemporales que deberían ser la envidia de cualquiera con ganas de cambiar el mundo. Y allí estaba Alberto, en un “mayo del 68” redivivo pero 20 años después, el tiempo que se tardó en importarlo desde Francia.

Actualmente Alberto es profesor en la Universidad, se le puede encontrar en directorios informáticos de los que nos regala una red que en aquel tiempo no existía ni en sueños. Desde la ventana de su Departamento en la Facultad de ahora, seguramente mirará hacia las calles actuales, pensando sin duda en lo resignada que se ha vuelto una sociedad complaciente y domesticada.
En fin, quienes compartimos su suerte no podemos arrepentirnos de nada de lo hecho: si acaso de lo que no hicieron otros cuando debieron, para que el panorama actual no fuera tan desolador.

Fragmento de "Malas memorias", en preparación.

miércoles, 2 de abril de 2014

SUBNORMALES DE ÚLTIMA GENERACIÓN

Les dicen: sois la generación mejor preparada de la Historia de la Humanidad. Ellos se lo creen, claro, porque es grato escuchar palabras que te adulen que te regalen el oído. Ellos se creen la cúspide de la pirámide, que su imaginación rellena de ego. “Sólo hay un pequeño problema”, les dicen. “Es que no podéis trabajar por lo que os merecéis (las circunstancias son ingratas, mala suerte) y tendréis que arrastraros por una limosna, como los mendigos de la Edad Media”. Claro, como han creído la primera parte y les gusta pensar que sea cierta, no pueden dejar de creer la segunda aunque quieran (es corolario de la primera) y transigen con el mercado esclavista, del que son la carnaza. Ya se han ocupado antes de aleccionarles muy bien sobre cómo hay que creer a los que dicen que uno es el mejor del mundo. Así viven, con los oídos llenos y el estómago vacío; de audiovisuales repletos y el cerebro desamueblado. Sólo que el argumento es falaz desde el inicio, porque si fueran los mejor preparados, su educación también incluiría la manera de optimizar el rendimiento de sus esfuerzos; es de imaginar que los mejor preparados de la Historia de la Humanidad no tengan que depender de pelagatos ignorantes repletos de dinero conseguido exprimiendo a los humanos. Es de imaginar que el individuo pleno, completo, casi perfecto, no tenga que esperar la misericordia y la benevolencia de quienes (aunque ricos) no saben hacer la O con un canuto. Es de sospechar que tras todo este discurso se apelotonen los mismos intereses de siempre, que ahora de manera más sutil y con engaños psicológicos vienen a sustituir las famosas cuentas de colores.

Resulta, como mínimo, sospechosa la inacción de todo este colectivo de genios que cotidianamente nos cruzamos por la calle. Pero al fin, quienes han inventado toda esta argumentación incontestable… no son tan imbéciles como nos gustaría, porque –ellos sí- optimizan lo que saben para disfrazar esta nueva esclavitud con disfraces de solidaridad, de valores muy humanos que tienen que resignarse a un devenir histórico que –aunque no hayan provocado- deben resignarse  a contemplar como horizonte.


lunes, 24 de marzo de 2014

JAMÁS

"Jamás hombre tan preparado para el placer
fue hacia el dolor más derecho.
Jamás nadie cayó con fama de vencedor
tan deshecho."

Manuel Machado sobre Alejandro Sawa

lunes, 17 de marzo de 2014

OJALÁ TE MATEN

Te digo, sincero como una puerta: ojalá te maten. Ojalá algún día seas tan importante para alguien, que ponga en riesgo su futuro por tu causa. Desde ahí, desde el futuro, cualquier día vendrá alguien y me dirá: vengo a matarte, para evitar lo que tu presencia significará para el mundo con el tiempo. ¿Acaso no es eso ser el centro del Universo? ¿Cómo sería un futuro sin mí, sin ti?


Con mi bendición deseo que no mueras en el lecho como un mediocre, que te asalte la muerte por el camino igual que lo hace con el viajante el bandolero, dando así sentido a su miedo. Que sea la pasión el sol de tu universo, porque ese destello negativo vendrá a compensar un infinito positivo previo o al menos alternativo.


lunes, 10 de marzo de 2014

APERITIVO

La argumentación parecía impecable: filosofía y fealdad eran sinónimos; caso contrario, alguien que no es feo no se dedicaría al intelecto, sino al cuerpo. Con semejante desparpajo, la falacia dividía al mundo en dos grupos irreconciliables: el de los feos/intelectuales y el de los guapos/superficiales. Aquello nos impregnaba ciertamente de un malditismo que resultaba en ocasiones más atractivo que la belleza misma, nos relegaba al papel de protestones porque en la lotería de las caras no nos había tocado ni la pedrea. Pero la base del razonamiento era evidentemente falsa, porque partía de la imposibilidad de compaginar en una persona belleza y sabiduría, por ejemplo. Condenaba a los guapos a la ignorancia, igual que a los feos les relegaba a las bibliotecas. Sin embargo, no se negaba la evidencia de que había individuos que compaginaban facetas enfrentadas: se les trataba como excepciones y por tanto no sólo dignos de compasión por ser una especie de “enfermos”, también como demostración de la veracidad del argumento.
Un poco como respuesta a semejante superficialidad, el título de mi tesina iba por ahí: el reducto que va más allá de la materia, la sensibilidad superando lo inmediato. Al fin, ¿quién se preocupa de la belleza aleatoria, sino aquella persona que no tiene más elementos importantes en su vida? No es que la belleza no importe, sino que es secundaria: en otras palabras, la belleza no es meramente física, sino que se refiere a un concepto más englobante, casi total: lejos de pasarelas y vacuidades.

En todo caso, resulta fácil solidarizarse con los pobres siendo uno de ellos… no así cuando uno es rico (lo primero que hacen los ricos es rechazarle por diferente). Nosotros, en cambio, tratábamos a los guapos como si fueran personas: normales antes que guapos, a veces incluso obviando la belleza para que no se sintieran excesivamente incómodos.


Fragmento de un libro de memorias en preparación, inédito.




miércoles, 5 de marzo de 2014

El "ius jocandi"

El "ius jocandi", derecho inalienable a descojonarse de la ley, sus acólitos y todos aquellos que se creen vencedores. Lo serán en su mundo, pero no en el mío ni en todos los mundos (im)posibles.