lunes, 28 de julio de 2014

JOAQUÍN MACHO (Malas memorias) 411 MP

En dos palabras, Joaquín MACHO era un cachondo mental. La típica persona que le quita hierro a cualquier acontecimiento hasta desnudarlo y presentarlo como lo que en el fondo es: una tontería.
Las casualidades de mi existencia saharaui quisieron que Joaquín MACHO y yo entrásemos en contacto. Entre otras cosas porque[1] durante un tiempo estuvimos compartiendo mesa cotidianamente. Ambos pertenecíamos a aquella Sociedad gastronómica que se formó casi espontáneamente, para hacer frente al aburrimiento cotidiano y proverbial que rezuma Kagan a la hora de comer.
Durante esos ágapes descubrí uno de los secretos de Joaquín MACHO para conseguir felicidad a los postres. La cosa era sencilla. Tras la comida y el café, un sobrecito de Almax para prevenir los ardores… que traería la irrenunciable copa de brandy. Yo le preguntaba: “¿Has probado a suprimir las dos cosas, sobrecito y copa? Quizá la cosa vaya mejor…” “¡Ni hablar! Sin coñac no me quedo”.
Las sobremesas por fortuna garantizaban al cantautor que Joaquín MACHO llevaba dentro. La sobremesa era nuestra.
Esto nos da una idea aproximada del carácter de Joaquín MACHO. Si añado que además de biólogo tenía una estética posthippie o semigrunge… que era ojisaltón, risueño y entrañable… Sólo me queda por decir que para conducir su Peugeot 505 reclinaba tanto el asiento que conducía tumbado.
Ni siquiera es necesario mencionar que al compartir piso también compartimos grandes momentos juntos. Inolvidables y cálidos. De ésos que sólo puede comprender quien alguna vez ha compartido piso con buena gente.
Al poco tiempo Joaquín MACHO tuvo que marcharse por imperativos laborales, aunque me buscó relevo para compartir el piso. Así fue como conocí a Marielo SOPA. Poco tiempo después Joaquín MACHO se casó y tuvo la deferencia de invitarme a su boda[2]. Eso sí: a través de Marielo SOPA le hice llegar mi regalo. Una berenjena natural[3].
A lo que sí asistí fue a la versión alternativa y hippiosa del banquete, como despedida de soltero… Algo informal, que consistió en una convivencia de fin de semana en un albergue. Copas, charlas y experiencias de lo más amistoso.
Después le perdí la pista… Supongo que era su pretensión, apartarse del mundanal ruido. Hace poco, navegando desde mi despacho, descubrí su rastro en Internet. Compagina su carácter de biólogo con la afición de poeta. Aunque de difícil acceso desde nuestra pacata dimensión, en el alma de Joaquín MACHO siempre latió un poeta. Por eso ya en tiempos de la Sociedad gastronómica cantaba mientras, durante la sobremesa, nos regalaba el sonido de su guitarra.



[1] Aparte de ser mi compañero de piso.
[2] Gesto al que yo no correspondí con mi asistencia. Por aquellos tiempos me negaba a colaborar en semejante pantomima social por una cuestión de principios. Pero genéricamente… nada personal.
[3] Salida de tono que me impidió llegar a conocer a la que sería su mujer: Mireia, a quien la sabiduría popular y maledicente apodaba “la guarra”.

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