
Y también como guiño a Magritte y todos los ismos de principios del XX, sombras que pasearon alargadas durante el desierto de imaginación que han supuesto los últimos 30 años, muertas ya la Razón, la Historia, el Pensamiento y la madre que las parió a las tres: la Filosofía en persona, de cuerpo presente.
Pongo a Sawa por testigo de que nunca volveré a temer al folio en blanco; durante los crepúsculos se agitan en el cielo los colores de todo el fuego redentor, de ahí el motivo de todos los escritos suicidas que se inmolan en las páginas de mis cuadernos inéditos. Si no hay más después de esto, que venga cualquier best-seller y levante acta; a mí me la trae al fresco, como a Leonardo.