lunes, 15 de junio de 2009

PROHIBIDA LA DISIDENCIA


Nos han educado en una especie de egolatría más mezquina que el etnocentrismo, si cabe; porque arranca de la propia ignorancia como punto de referencia para medir al resto del mundo.
Nos han enseñado a contribuir a la pública lapidación de cualquier culpable, aportando nuestra humilde piedrita en el asesinato... sin saber aún, ni plantearnos la culpabilidad del ajusticiado.
Nos han adiestrado en la entrañable mediocridad de creer que nuestro pueblo es el más bonito del mundo, con la consiguiente humillación para cualquier pueblo vecino.
Nos han amaestrado en la rigidez de un esquema propio, al que nada debería entrar para no perturbar nuestra paz ni nuestro equilibrio.
¡Qué forma tan pobre de desheredarnos! Cuando nos deberían haber legado la inagotable sed de sabiduría, aquélla que sólo se apaga bebiendo en infinitas culturas, admitiendo como posible cualquier punto de vista y reinterpretar la realidad en función de él, para ver si encaja...
Vivimos en la sociedad producto de más de cuarenta millones de mediocridades asumidas y orgullosas de serlo, con sus propios guardianes de lo establecido. Cada pequeño granito de arena de este inmenso desierto mental, se complace en ceder su libertad a cambio de no ser perturbado en su esencia egocéntrica: una participación abyecta en esta “sociedad de la nada”. Los guardianes también forman parte de la comparsa vacua, tan sólo serían dignos de compasión si no fueran asesinos...
Ni a título individual ni de forma colectiva se da entrada a otro pensamiento que el dictado desde el sofá; pero es un pensamiento de ida y vuelta: del miedo a la libertad hacia el poder mismo, suplicando protección... y desde la cúspide represora hacia el anónimo complacido, otorgando un poco más de cascarón.
Mejor no pensar, acaso el resultado del pensamiento propio sería la desgracia de saber que todo es una gran jaula con apariencia de libertad. No deseamos a nadie que nos lleve la contraria, le borramos de nuestro entorno de la misma forma que el poder hace desaparecer cualquier alternativa al esquema político, demonizándolo (para esto tiene la herramienta de la información en sus manos).
¿Podemos decir que vivimos en una democracia cuando hemos prohibido la disidencia? ¿que tenemos riqueza mental cuando hemos eliminado toda forma alternativa de pensar que no sea la propia?

2 comentarios:

  1. Generaliza Ud. Ernesto Laguna. Pues aún queda alguien que se plantea muy en serio la multiculturalidad y el dejar caer una piedra al suelo, mucho antes de ser arrojada al ajusticiado.
    Mi máxima es dejar hablar e intentar escuchar antes de determinar. Pero sobre todo, dejar hablar y oir cómo hablo. Hablar. Porque en el diálogo es donde existe precisamente el respeto al prójimo.
    Dialogología. Sabia disciplina que no se nos enseña en ningún centro educativo, primario, secundario o superior.
    Cuando un mundo tolerante sepa dialogar, la disidencia no tendrá lugar.

    Una casual disidente de su blog.

    Besos de Medusa.

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  2. Casualmente, los besos de Medusa constituyen la excepción que confirma una regla uniformante: la intolerancia campa a sus anchas y la ignorancia viste con demasiada frecuencia trajes de políticas represoras.
    Un mundo tolerante que sepa dialogar es tan platónico como utópico...

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