Aquí huele a cementerio, a orines de perro… como las familias
normales o las instituciones. Un cementerio es una institución.
Huele a domingo por la tarde y a noticias de las nueve, porque el
domingo y las noticias también son instituciones.
Tras el crepúsculo sólo resta aguardar al amanecer, mirando al fuego,
rogándole por el alma de los perros y las familias; todo eso somos
nosotros.
El fuego nos lame las manos
con sus lenguas de perro anaranjado
que ha heredado todos los crepúsculos,
mientras se oye crepitar la lejanía.
También crepitan el mar y los huesos de todos los muertos:
ambos grupos buscan los mismos jardines.
Nuestra cabeza es un jardín
en el que siempre están de fiesta los muertos,
una noria de fortunas y vanidades
que gira alrededor de blancas monedas: es lunes.
Nuestra cabeza es el mar
acomodándose en su vaso de hueso,
es una furia atada a un cuerpo.
Busca la libertad de un cementerio.
