viernes, 13 de agosto de 2010

OLA FIERA

Manchado ya el amor por haber existido, el tiempo se detiene entre mis dedos rechonchos: no hay ruido, siento deslizarse un pincel en estas mismas manos de la comida y el sexo. Y va pintando tu cuerpo, lento y bello, con la misma cadencia de una aguja horaria; mas sólo es el pincel quien se mueve, porque narra otros tiempos, inexistentes ya (salvo en las grietas de mis recuerdos). Sin embargo, es todo tan dulce y atractivo en esa blanda distancia de lluvia… Sentir tu cuerpo bajo mi pincel, es algo que me excita y transporta; tu cuerpo con su nombre de prohibición y descubrimiento, de evasión y pureza rastreadas en la maleza de incomprensión que nos rodea: María suena en mi pecho con el eco desgarrado de ya no tenerte, perdida entre mis miedos y arrastrada por un torrente de deseos que se resumen en no querer perderte.

... Y no querer caer en la tristeza de las tácticas humanas, mezquinos chantajes que van surgiendo como ritos, llegan horadando hasta el centro de este planeta: mi corazón.

... Y no querer convenciones ni estrategias, nos vende a una necesidad: inventar otro idioma, diluido entre el zumo de los besos y el deseo licuado deslizándose en tus territorios secretos. Es el lenguaje de mis pinceles y mis dedos, aunque tú quizás no lo sepas (ansiosa de referencias históricas, las de cifras pares) agazapada como estás tras una oscura distancia de compromisos ineludibles.

Y no querer tantas cosas... Necesito tu ausencia, lo sé cuando soy el centro de este frío cuyo único antídoto son los colores de tu risa jugando entre mis oídos; alabo tu sabiduría al ejercer la distancia. La que odio y la que nos acerca es la misma ausencia, no la temo en tu compañía, pero tampoco la pierdo de vista.

Sigue el pincel reconstruyendo tu cuerpo y al decir “te estoy pintando” ya no sé si estabas ahí antes de comenzar o sólo ahora cobras vida, porque se despereza entre mis dedos un yo tan desconocido como los colores salvajes de su piel, que anticipan un descuido carnal entre mis dimensiones líricas, un yo tan familiar que me estremece por esta cercanía de almas, insospechada e intuida hace sólo unos cientos de meses.

Verte cobrando vida junto a mí, me hace dudar: quizá soy un dios entre trogloditas, o quizá he conseguido zambullirme ya en el lienzo de tu deseo/recuerdo.

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