viernes, 15 de julio de 2011

CRÓNICA DE PERPLEJIDAD (o cómo los enamorados pueden separarse contra su voluntad)

La primera vez que te oí decirlo, no me lo creía. La última… tampoco. Al principio me sonaba a despropósito, a realidad descoyuntada: absurdo, nuestra separación era inconcebible. Desde entonces empecé a perder el ritmo de la realidad, a desacompasarme extemporáneamente sin motivo aparente. También comenzaron a rodarme las lágrimas hacia abajo, con la excusa de colirios y zarandajas. Lacónicamente fui aceptando contra mi voluntad que podía tratarse de una posibilidad: otra realidad. Lo descarté por inverosímil y porque tus palabras posteriores (y tus hechos) contradecían semejante fisura. Atribuí todo al lenguaje ¡qué recurso! como pesadilla recurrente.




Con el paso del tiempo, fue una letanía injusta que aceptaba como inevitable: como se acepta al clima o a los achaques, casi personificados, casi familia. Tampoco me satisfizo esa metamorfosis en la variante de tortura, pues las gotas fueron acumulándose hasta horadar mi corteza cerebral, ya sin remedio.



La repetición de la idea, tan machacona como la realidad misma, dejó de ser tan espaciada y empezó a frecuentarme los oídos de manera casi insoportable: de estridencia religiosa, de invasión de mis rincones más preciados y privados. Ahí ya no pude más y le puse una frontera, le privé de pasaporte y ¡al exilio!



Resultó indiferente, ineficaz: continuó enviando comunicados periódicamente y consiguió por fin que le concediese audiencia.



Con escepticismo, la recibí distante y con el belfo colgante, mirándome las uñas con una cadencia casi monárquica. Tras escuchar sus motivos y argumentos, marchó dejándome en la soledad de mi persona… que por su propia naturaleza fue víctima del meta-escepticismo y dejó entrever –tan sólo como hipótesis de trabajo- la remota posibilidad de que fuera verosímil, algo cierto e inevitable.



El resto casi vino por añadidura, puesto que comenzó a cobrar fuerza gracias a un rompecabezas cuyas piezas (se colocaran en una posición o en cualquier otra) siempre encajaban. Mi persona –siempre en positivo- comenzó a sopesar las ventajas que traería aquello de ser cierto: al inicio encontró alguna, como se hallan las setas en medio de los jardines, con curiosidad y sorpresa… casi buscando la incredulidad. Sin embargo, el campo estaba más que abonado y las ventajas se reprodujeron como hongos. En un abrir y cerrar de alma, el listado de inconvenientes se tornó transparente, mientras el arrollador pergamino que enumeraba los posibles beneficios fue poco menos que infinito.



A continuación vino un intermedio: el desafío, el reto al mundo para que fuese capaz de convertir la idea en realidad. Quizás de manera inconsciente fui incrementando las condiciones de posibilidad para que aquello finalmente fuera cierto… era casi al inicio de la ansiedad, esperando el momento en que por fin aquel delirio pasara a formar parte del mundo de los vivos.



No diré que provoqué los acontecimientos, pero sí es cierto que la última vez que te oí decirlo (la definitiva), no me lo creía. El órdago requería ser tan estrafalario, tan descabellado, que no permitiera la opción de "vuelta atrás", no sé... algo así como abandonarme a 300 km. de casa... de una casa que -según tú dijiste- ya nunca volvería a ser la nuestra.


Mi escepticismo era casi un desafío, que tú convenientemente aceptaste porque al fin y al cabo, todo te daba la razón y tú lo habías vaticinado desde el principio.


[Narración incluida en "Mosaico de desamores", inédito]

3 comentarios:

  1. CHAVALOTE, ERES UN HACHA. SI YO ESCRIBIERA COMO TU, NO SERIA YO.....MUCHOS ABRAZOS

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  2. Por cierto, la frasecita del título ¿ tiene algo que ver con un pollo y un pato?. Soy incorregible.

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  3. Pues la has acertado de pleno, Marqués (es que yo también soy incorregible en las frasecitas).
    Saboreo los quesos ahumados y sin ahumar... ¡¡¡tú sí que eres un hacha!!!
    Aprovecho para reproducir una de tus mejores frases: "¿Miedo? Pánico te dará cuando sepas con qué estoy llamando."

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