lunes, 23 de marzo de 2015

JULIÁN HACHE (Malas memorias) 409 MP

A él sólo le gustaba divertirse: reír y sentirse útil en algún aspecto más allá de su condición laboral de camarero. Si es cierto –como dicen- que ser camarero no es una profesión, sino un estado de ánimo, podemos decir sin lugar a dudas que Julián HACHE era un camarero profesional. Sobre todo por su vocación de servicio, por su tendencia  a colocarse en un segundo plano (como si ése fuera su lugar natural) y su capacidad para hacer que quien hablara con él se sintiese importante, al notar que su interlocutor era una piltrafa vocacional. Aunque Julián HACHE era muy buena persona, en su trasfondo había un componente masoquista: como si se conformara con ser de Kagan por considerarlo un privilegio; mecanismo básico y pueril de autodefensa, la renuncia a la lucha. A Julián HACHE le gustaba ser comparsa, acompañamiento; cuando la vida le había ofrecido otras posibilidades, él había reculado, sumiso, pues no consideraba ser digno de la oportunidad. Así compaginó con Leandro Francisco CASO y su mundo, porque formaban un equipo perfecto al abrigo de toda realidad: en su reducto. No en vano, el bar de Julián HACHE se llamaba La otra calle; allí organizábamos tertulias literarias, preparábamos revistas… ¡qué sé  yo! las infinitas cosas que pueden hacerse entre sonrisas, en el salón de casa del pueblo, sin quitarse las zapatillas.

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