sábado, 24 de octubre de 2009

¿SE PUEDE SABER QUÉ OS PASA?


A veces pienso que me están haciendo el show de Truman... imagino todo un montaje conmigo como conejillo de indias, para demostrar vete a saber qué extraña teoría antropológica, sociológica o cualquier cosa menos lógica. Imagino que tras mi muerte aparecerá en la Wikipedia todo mi “curriculum”, una reseña en la que se compadezcan de mi vida como experimento fallido y me pidan disculpas a título póstumo; algo así como famosearme para encubrir su complejo de culpabilidad. Resulta que en esa pesadilla participáis tod@s...
Porque mi vida, como la de cualquier persona que se precie de serlo, incluye la necesidad de huir de la sociedad en algún momento (al menos)... y siento que no puedo escapar, vuestros tentáculos entran por cualquier resquicio: me busca la sociedad llamando a mi puerta con cualquier excusa, me ataca cualquier grupo para que engrose sus intereses, la Humanidad vulnera mi intimidad con ensañamiento, el capitalismo increpa mi aislamiento y le cuelga una mezquina etiqueta, me persigue la ley si acampo en el monte... Alguien intentará convencerme de soy un paranoico, pero yo...
Me pregunto: ¿se puede saber qué os pasa? ¿Acaso no estáis ya consumid@s de tanto consumo? ¿de la agridulce sensación de tener cada vez más, sin tener nunca bastante? Puede que alguna noche incluso lleguen las pesadillas: haciendo reclamaciones o soñando con la Organización de Consumidores. Me respondo: no se puede, es un misterio vacío, ni siquiera el milagro de la Nada. Una cáscara sin huevo, una fachada de cartón-piedra.
Os pregunto: ¿se puede saber qué os pasa? ¿qué especie de anti-vida lleva la gente, que ni tan siquiera se apercibe de su anulación como persona? No hay respuesta. Como en los alumnos que, interpelados, provocan en el profesor la frase “si se os pincha, no sale sangre”. Por las venas de mis conciudadanos circula leche condensada (eso sí, desnatada); tienen cercenado el conocimiento y han olvidado el sentido común. Transitan por la senda de la violencia cotidiana, asumido el papel de la salvación individual como único recurso; sólo que aquí no se salva nadie.
Está claro que algo os pasa; pero no puede saberse qué es. ¿A mí? me pasáis vosotros, como una enfermedad o una apisonadora.

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