domingo, 17 de enero de 2010

"Avatar" con C de Cortázar

El escenario elegido es simbólico y sintomático; sobre las 3D de este mundo fantástico pueden rastrearse sin necesidad de mucha pericia las coordenadas del teatro de operaciones en las que desarrolla el Imperio sus impunes saqueos desde hace tantas décadas. Paisajes, expoliación de recursos ajenos, los rasgos colombianos de la piloto desertora... todo apunta a que tenemos que buscar en Pandora el significado de una realidad que está en la Tierra. De poco sirve la burda trama urdida por el autor; no es suficiente para despistarnos, como tampoco para mezclar ficción y realidad.


Una realidad diáfana, un ajuste de cuentas con Cortázar y Sudamérica: el que fuera su azote ideológico durante los 80, se ha convertido en su purgatorio en los 10; pero deliberadamente elegido para entonar públicamente el “mea culpa” por sus fechorías, aunque con voz de falsete. No es casualidad que entre esos 30 años que separan ambos momentos haya algo más que una diferencia de matices, como tampoco lo es que el cuento “La noche boca arriba” de Cortázar sea básico en la construcción de la película. Por fortuna para el Imperio, ahora el conjunto de súbditos ya no lee tanto... la consecuencia se suma al individualismo y hace desaparecer las otrora fuertes “manifestaciones sociales” de quienes se sienten (como los indígenas de la película) comprometidos con la realidad. Avatar es una descripción “aséptica” de hechos objetivos, no una ficción ni un folleto de moral; los valores quedan claros ante los ojos del espectador, el mercantilismo manda y aparecen los inevitables dos bandos de toda producción imperial.

Los hechos objetivos están en la película, pero también los tenemos cada día en nuestras noticias; la opción personal es simple: alinearse con el grupo de los “obedientes a sueldo” (llámense mercenarios, empleados, o simplemente carne de negocio) o bien ponerse del lado de quienes “tienen principios” (ética, ecología, humanidad...) La concesión de Cameron consiste en desdibujar el bien y el mal, para difuminarnos y relativizar las conclusiones; pero todos las conocemos, es bastante patente la historia reciente.
Puedes usar el cerebro y juntarte con tus amigos para plantar cara a las apisonadoras... vencerás moralmente, pero te quedarás sin la “madre tierra” (Pachamama representada por el árbol sagrado) y deberás aprender a vivir sin raíces. O puedes argumentar que eres sólo un mandado y esquilmar selvas, asesinar indígenas o robar recursos sin consecuencia penal alguna. ¿Idealista o pragmático? Éste es el dilema.
La moraleja del cuento ya nos la sabemos todos, porque la Historia no acaba como la película... ¡ni mucho menos! Los hechos objetivos se escriben en Copenhague, dejan fuera del juego a “todos los que han fumado algo ahí abajo” (el código de realidad, el sermón pragmático consiste en dejarnos claro quiénes pisan tierra firme y quiénes dan saltos infantiles) y Avatar 2 empezará cuando vuelven los terrícolas con más maquinaria bélica y de los aborígenes no queda ni la reserva. ¿Y nuestra conciencia? Pues bien tranquilita en su sofá, lejos de la taquilla y la caja registradora que hoy ha contribuido a engordar un poquito.

4 comentarios:

  1. Vital y urgente... Gracias Ernesto.

    Mi email es antoniofassa@yahoo.es

    La verdad es que me gustaría un ejemplar.

    Un abrazo.

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  2. Venimos de otros mundos, está claro... y también resulta evidente que algunos vamos hacia otros mundos, mientras el resto se queda en éste. Es un placer compartir la nave.

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  3. ¿Queda algún hueco en esta nave? Me temo que muchos, así que me apunto.
    A mí también me gusta oír de vez en cuando verdades como puños.

    Un saludo.

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  4. La nave está llena de huecos, casi podría decirse que a punto de hacer agua por doquier... Bienvenido, por mi parte he dado una vuelta por tus lares y me apunto a tu atractiva arca de Noé, con permiso...

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