martes, 9 de marzo de 2010

Una vez hablé con el cáncer




Una vez hablé con el cáncer.



No es la muerte. No es como todo el mundo cree. Se viste con nuestro cuerpo, lo disfruta.



Hablamos durante una noche sin insomnio y no nos comprendimos. Quizá por eso se fue. Yo tenía anestesiadas las palabras y el pasado lleno de miedo. Pero le miré a los ojos; porque el cáncer tiene ojos. Después de aquella noche no he perdido el vértigo al escribir su nombre. Casi puedo decir que pasó la noche y no pasó nada.



Quizá no me reconoció. Quizá sólo quería hablar conmigo.



Tiene que ser duro ser cáncer. Pasó la noche y sigo aquí. No le espero, tampoco le rehuyo. Creo que no tenemos nada que decirnos, ya lo sabe. Aquella noche hablamos de muchas cosas.



Fumamos, tomamos café, reímos, pero sobre todo hablamos. Ni siquiera hicimos el amor, aunque yo me moría de ganas. Pero el cáncer es así. Nos deja fumar, reír, pero no nos deja hacer el amor cuando nos invade el deseo. Tiene la piel fina y olor a madera vieja carcomida. Es curioso: no se le nota la soledad, ni tiene ojos de haber llorado. Se va un rato después del amanecer, cuando comienza la vida ahí fuera. No tiene rostro de enfermera, más bien parece alguien que no vive aquí.



Poco tiempo después nos volvimos a encontrar y no me reconoció. Parecía alguien ajeno, pero no se lo reprocho. Yo miraba su rostro y me parecía casi imposible haber estado toda una noche hablando con él, alguna vez en el pasado. En ocasiones siento su rostro como un destello, en el recuerdo (si es que las palabras tienen rostro). Algunas veces aspiro hondo y mis pulmones se ven invadidos por un olor amarillo y blanco, de piel fina.



Acaricio mi sonrisa, sé que soy afortunado. No conozco a nadie que haya hablado con el cáncer. Por eso siento miedo de hablar, porque quizá sólo yo haya estado hablando con él. Porque quizá sólo yo le guste. Puede que cualquier día vuelva, cualquier noche. Ya no sé qué decirle, pues aquella noche se lo dije todo y se mostró indiferente.



No es la muerte, es sólo una prórroga, un aplazamiento.



Quizá se fue sin decirme nada porque no estoy preparado para comprender. Quizá no entendí lo que me dijo porque no hablamos el mismo idioma. Quizá cada uno de todos nosotros tiene su cáncer y el mío es indeciso. Puede que sea sólo el embajador de una muerte que aún no comprendemos.



Una vez hablé con el cáncer y no me sirvió de nada, pero soy afortunado.

6 comentarios:

  1. Y yo me alegro que no sirviera de nada.

    Usted señor Laguna, sigue dejándome sin palabras!!!!!!

    Tus "textículos" ya están colgados en Letras Libres

    ResponderEliminar
  2. ;)

    ¡¡Vengan palabras!! que me gusta vampirizar estilos ajenos... gracias y salud!

    ResponderEliminar
  3. Ahora si que me he atrevido a escribirte. Sinceramente, he leido y releido el texto desde que lo colgaste y me parece maravilloso, tanto, que no sabía ni qué responder, quizás miedo...

    Gracias Ernesto por hacernos estos regalos.

    ResponderEliminar
  4. Gracias a vosotr@s por darles vida, un texto es tan triste sin nadie que le lea... le falta un hervor: vuestra aportación!!!

    ResponderEliminar
  5. duro, me recuerdó a jaime sabines y la muerte del mayor sabines.

    ResponderEliminar
  6. duro, me recuerdó a jaime sabines y la muerte del mayor sabines.

    ResponderEliminar