domingo, 3 de noviembre de 2013

Cotidianidad

Al atardecer, lo ignoto y atractivo de cuanto desconozco pero existe, proyecta su alargada sombra sobre toda mi sabiduría. La imagen es tan simbólica como perfecta. Una imagen exótica y atractiva (como todo lo que aún me queda por saber) perfilando la incertidumbre por encima del conocimiento anquilosado.

El conjunto es tan simbólico como clarificador, además hace que mi entorno se transforme, deje de ser algo acabado para convertirse en aventura. Surco inmensidades sin abandonar mi despacho, el reducto desde el que construyo mis bombas de relojería, día a día.


Al atardecer, la sombra de mi talla de madera se dibuja sobre el título de la carrera.




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