sábado, 27 de noviembre de 2010

De un posible prólogo...

Como los restos de un naufragio, inconexos entre sí pero formando un cuadro dramático que sólo tiene sentido en su conjunto; así se comprenderá algún día -en un futuro esdrújulo- el panorama que ahora nos toca sufrir.

Cuando comiencen a aflorar todas las obras de los atormentados de esta época, odio mascado en soledad contra un entorno que aparenta no tener sentido para así calarnos más hondo y ser neurona; obras de rencor contra lo sin-piedad que se come al hombre, porque (no nos engañemos) esto se hunde.

Toda esa energía alimentada con decepciones, tabaco, alcohol y frustraciones; mezcla explosiva que grita sin garganta en la soledad de la habitación de cualquiera de ellos.

Algún día se verá cómo todo eso, disperso y desconocido ahora, era la crónica impotente del vacío, lo que nos rodea. Y se verá también que sólo de la soledad y la desconexión podía salir esta generación de artistas que no tenían conciencia de sus respectivas existencias.

Que todo esté contaminado no es la ironía. La ironía es que ese día no llegará.

Y sólo es cuestión de tiempo. Porque mientras esos malditos lloran lágrimas de sangre azul encogidos en rincones amargos, hay por cada uno de ellos miles y miles de idiotas que gastan el tiempo en concursos televisivos. ¡Si supieran ser bestias que embisten, como ellos! Pero no. Es necesario este desangrarse cotidiano, consumiéndose por tener atadas las manos; es necesario sentir cada noche caer la manta sobre el cuerpo como una lápida, morir en cada sueño; necesario sufrir, porque están tocados con la virtud de la clarividencia, del conocimiento total sin necesidad de saber lo concreto.

Sí. Sólo cuestión de tiempo. Y el tiempo se va. Con él nos iremos y no llegaremos a conocer todas esas obras, que entre las ruinas de lo que un día fue lo que hoy vemos, en desvanes destruidos, estarán pudriéndose, o siendo comidas por las ratas. Las mismas ratas a las que hoy, ávidas, hay que dar infinitos productos para su consumo diario; lo devoran todo y cuanto más
putrefacto mejor.

Saber que todos están castrados es el primer paso.

Después, con el tiempo, estarán todos muertos.


(Fragmento de "Los grifos no tosen", 1992)

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