Castraré hasta el último río
sin que se me achaque el asesinato de la penumbra.
¡Viva la mierda que nos hace dioses!
Y que sigan sufriendo las hojas
penetradas por hielo de siglos.
La paz me muerde el cielo
pero esta inactividad traerá el candor
el rigor y la hipocresía inquisidora de los lechos.
...
¡Mírame el pecho, imbécil!
...
¿Acaso no ves marchita la pulcritud del necio?
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